Soy una persona que lee por intuición, ni reseñas ni sinopsis, a mi lo que me gusta es un título que me inquiete o la peculiaridad de una portada.
A veces me pasa con algunos libros, me llaman la atención, los veo en diferentes sitios, los tengo en mente, pero hasta el momento justo, no decido leerlos. Esto es exactamente lo que me pasó con Latin Queen, llevo viéndolo en cuentas de diferentes compañeras mucho tiempo, un día Mariah y yo empezamos a seguirnos en instagram, me hizo mucha ilusión porque ya tenía su libro fichado, y entonces me dije: “ahora es el momento”.
No dudé en escribirle y preguntarle si le parecería bien que tras leerlo le mandara una entrevista, a lo que ella respondió que sí, con una gran generosidad, cualidad que al parecer le caracteriza, como más tarde he comprobado leyendo su libro.
Lejos de hacer una presentación cuál periodista profesional, cosa que no soy, me gustaría poner sobre la mesa los prejuicios que tenía sobre esta historia, ya que es parte esencial de una de las críticas que la autora nos hace ver. Poco o nada sabía yo de la Nación de los Latin King, solo que era una organización criminal (atención), y que si Mariah había estado en la cárcel, algo muy malo habría hecho (madre mía…), si y eso os lo dice una mujer que se considera una persona con un gran pensamiento crítico, ya lo veis, hasta yo me quedo en la superficie de las cosas muchas veces. Me queda un gran camino por recorrer aún.
Y como me consta que los medios de comunicación no han sido muy justos con Mariah en muchas ocasiones, voy a evitar contaros quién es ella, ya que a pesar de haber leído su libro y haber visto muchas entrevistas, por desgracia, no la conozco. Quien es, nos lo va a contar ella, como siempre debería ser.
- ¿Quién es Mariah Oliver?
Soy una mujer española, de 43 años, feminista, activista, investigadora, profesora, doctora en comunicación y madre de tres criaturas. Me dedico fundamentalmente a concienciar y prevenir sobre la violencia juvenil asociada a bandas desde una perspectiva de género.
- ¿Qué te impulsó a escribir este libro?
Mientras trabajaba en mi tesis doctoral, que se centraba por aquel entonces en la participación de las mujeres en las bandas y, en particular, en las Latin Queens, me di cuenta de que en realidad una de mis motivaciones principales para querer profundizar en ese tema era llegar a entenderme mejor a mí misma y a quienes habían sido mis compañeras en el grupo. Sin embargo, llegó un momento en el que me quedé estancada porque había mucho de mi experiencia personal que nunca había podido procesar. Desde que estuve en la banda, después en la cárcel, inmersa de forma simultánea en procesos judiciales y en mis estudios, la crianza, el trabajo… hasta que llegó el momento de escribir el libro todo había sido una especie de huida hacia delante sin tiempo de parar, de procesar ni analizar las experiencias. Así que cuando llegó el momento de empezar a escribir sobre el papel de las mujeres en las bandas no encontraba la manera de hacerlo de forma académica, objetiva y con distancia, porque tenía mi propia experiencia pasada sin procesar. Estando en ese momento de impass me contactó una editora a la que le había llamado la atención mi perfil, y me ofreció publicarla en formato libro, lo cual resultó ser precisamente el ejercicio de introspección y reflexión que me hacía falta para poder seguir adelante.
- En muchas entrevistas dan por hecho o te preguntan si formaste parte de una “familia desestructurada”, ya has contado que a pesar de que tus padres se divorciaron consideras que tuviste una infancia feliz, ¿hasta qué punto crees que la situación familiar puede influir en que los adolescentes cometan errores?
La situación familiar es un marcador importante a tener en cuenta a la hora de evaluar los riesgos en la infancia y adolescencia a cualquier nivel, no sólo en el tema de las bandas, sino en cualquier otro, pero no es el único. El entorno social, el impacto mediático, el nivel socioeconómico, todo influye. Mucho más importante que esto a lo que se ha venido a llamar “familia desestructurada”, (habría que revisar a qué exactamente llamamos desestructuración), es, por ejemplo, la cantidad de tiempo de calidad que las y los adolescentes pasan en familia, y han pasado durante su infancia; los lazos de confianza que se han establecido, las dinámicas familiares, el establecimiento de normas claras y justas. La mayoría de cuestiones que despuntan en la adolescencia tienen su origen en la infancia, por eso es ahí donde deberíamos estar poniendo el énfasis para evitar problemas futuros, pero esto es algo que todavía parece que como sociedad no hemos acabado de procesar.
- Como madre tengo pánico a la adolescencia, también en parte gracias a los prejuicios que hay sobre ella, tú que trabajas a diario con chavales y chavalas, ¿crees que se les culpabiliza demasiado? ¿Cómo crees que podemos salvar esa brecha que parece que se abre entre adolescentes y adultos?
Un poco en la línea de la pregunta anterior, casi todo lo que nos encontremos en la adolescencia suele haberse cultivado durante la infancia. Sí pienso que se les culpabiliza demasiado y se les entiende poco. La adolescencia es un momento complicado a nivel social, cognitivo y físico, son muchos cambios a la vez y muchas expectativas que recaen sobre quienes hasta hace nada considerábamos criaturas. De repente les tratamos como si ya fueran personas adultas que deben ser responsables de todo lo que hacen. A las familias se nos hace complicado también a nivel de gestión porque aparecen muchos conflictos, se desafía nuestra autoridad, nos damos cuenta de que hemos dejado de ser el centro de sus vidas y que no hay mucho que podamos hacer para evitar que esto suceda. A nivel familiar, pero también social, pienso que no estaría de más que nos informásemos y nos formásemos sobre cómo acompañar esta etapa. A nivel profesional encuentro fácil relacionarme con adolescentes porque llevo una mirada limpia y sin juicio: escucho, trato de ponerme en su situación y de recordar cómo me sentía yo a esa edad. Ver a tantas personas adolescentes a lo largo del tiempo me ayuda también a relativizar lo que para otras personas, a nivel individual, se hace un mundo, porque piensan que sólo a ellas les pasa lo que les está pasando, sólo sus adolescentes se comportan de cierta manera, etc.
Pero también soy madre, y aunque trato de llevarme este conocimiento al terreno personal, en la maternidad entran también en juego los factores emocionales, por lo que es más difícil mirar con objetividad y gestionar las situaciones desde la calma. Personalmente me ha ayudado saber qué es lo que pasa en el cerebro adolescente, dar un paso atrás y relativizar las situaciones conflictivas que surgen, sabiendo que la mayoría de las veces no hay una cuestión personal detrás del conflicto con mi adolescente, por ejemplo. Respirar antes de discutir, esperar al momento oportuno para decir lo que quiero decir, aunque a veces me cueste contenerme ante una situación que no me gusta, y no guardar rencor, porque, de nuevo, normalmente no se comportan “mal” para fastidiarnos. También procuro escuchar sin juzgar, porque la confianza en estos momentos es delicada y puede desaparecer en el momento en el que sientan que no somos capaces de entenderles. Esto no significa que debamos escuchar y aceptar todo lo que nos cuenten sin intervenir, significa que debemos buscar los momentos adecuados para aportar nuestra visión sobre el tema, y hacer llegar nuestras aportaciones sin que se sientan como una crítica o un ataque.
- En tu libro hablas de la importancia de los espacios diferenciados por sexos en los centros penitenciarios, habemus polémica, después de saber de primera mano cómo es la vida dentro de la cárcel ¿qué piensas sobre el debate de las personas trans?
Habemus polémica, desde luego. Yo trato de explicar siempre que me dejan (muchas veces ni me dejan), que esto, para mí, no es tanto un debate sobre personas como sobre legislación. Si la legislación desprotege los derechos de un grupo poblacional para proteger los de otro, la legislación está mal hecha. No es necesario individualizarlo, pero lo cierto es que hay tal cantidad de “casos aislados” en los que hombres se han valido de las leyes de autoidentificación de género para acceder a espacios específicos de mujeres que ya hemos perdido la cuenta.
En el caso de los centros penitenciarios, lo primero que quiero aclarar es que una parte de mi trabajo tiene lugar en prisiones, y por lo tanto hablo desde la experiencia y la observación propia, no de oídas. Es una barbaridad que haya mujeres a las cuales se les obligue a convivir con hombres que tienen condenas por violencia sexual y/o violencia machista en un espacio tan limitado como un módulo de una prisión, por ejemplo, y eso está sucediendo, y está sucediendo porque la ley lo permite, ni más ni menos.
- Haces una crítica también a cómo opera el machismo en el sistema penitenciario y como faltan recursos en los módulos / cárceles femeninas, ¿cuáles crees que son los fallos principales y cómo se podrían solventar?
Entre los fallos principales que encuentro en el sistema penitenciario están, como dices, la falta de recursos específicos para mujeres y la desidia del sistema por solventarlos. Las mujeres son alrededor de un 7% de la población penitenciaria en España, y por lo tanto los centros no están diseñados para ellas. No todas las prisiones tienen módulos de mujeres, lo que significa que muchas de ellas tienen que cumplir su condena más lejos de sus casas y familias que los hombres, pues su destino depende de dónde esté la prisión con módulo femenino más cercana. A los hombres además se les suele separar por módulos en función del comportamiento y los delitos cometidos, pero a las mujeres muchas veces no se las separa así porque no hay varios módulos disponibles para ellas en todos los centros, como sí sucede con los hombres. La oferta educativa y de reinserción también es muy inferior, y aunque esto está comenzando a cambiar, tenemos todavía la experiencia de ofertas de formación que comprenden cocina, limpieza y costura, mayoritariamente, aunque ellas demandan, por ejemplo, aprender oficios con mejores salidas laborales y empleabilidad incluso por cuenta propia, como por ejemplo electricidad o fontanería.
- Leyendo tu libro me he dado cuenta de lo poco que se reflexiona, (yo incluida) sobre los derechos de las personas presas, ¿piensas que esto se debe a prejuicios o al desconocimiento sobre el tema?
Pienso que se debe a ambas cosas. Por un lado, damos por hecho que todas las personas que están presas lo están porque han cometido delitos horribles. Y las hay, pero no son la mayoría. Siempre digo que cualquiera estamos a un par de malas decisiones de acabar en la cárcel, pero no nos damos cuenta. Por otro lado, hay algo primario que nos lleva a desear que quien ha cometido un delito sufra todo lo posible el castigo, y eso implica no sólo que se le prive de libertad, sino que durante esa privación sus condiciones sean lo más duras posibles. Pensamos en las autoridades, en las condenas y en el cumplimiento de las penas de prisión como parte de nuestro sistema democrático y garantista, pero no lo tenemos tan claro cuando se nos recuerda que el castigo es sólo una parte de la privación de libertad, y la reinserción es la otra. Es complicado pensar que vejando y apaleando a una persona a la que ya has privado de libertad vamos a conseguir que salga reformada y como una ciudadana modelo, lista para reinsertarse en la sociedad, pero parece que nos da urticaria cada vez que se habla de la importancia de trabajar con personas presas y de garantizar sus derechos, que también deberían estar garantizados por el sistema democrático.
- Últimamente se habla mucho del antipunitivismo, ¿cuál es tu postura al respecto?
Es un tema complejo, y pienso que no sirve abordarlo en global, porque no todos los delitos ni todos los contextos son iguales. Sí creo que subir las penas no tiene sentido a nivel de prevención del delito, si el riesgo de afrontar penas más altas sirviera como elemento disuasorio, no se cometerían asesinatos en los estados con pena de muerte, por ejemplo. Eso no significa que piense que no debe haber delitos que conlleven penas altas de prisión, desde luego. Significa que si ante cualquier demanda de justicia por parte de la sociedad el Estado responde ampliando penas pero no dotando al sistema de más profesionales para trabajar en la reinserción de las personas privadas de libertad, por ejemplo, o en prevención activa del delito y de los motivos que llevan a cometerlo, estamos cayendo en una farsa que no soluciona el problema, sólo lo esconde durante más o menos tiempo.
- Hablas del feminismo, incluso llegas a decir que te salvó la vida, ¿recuerdas cómo fue tu primer contacto o que te llevó a considerarte como tal?
Mi primer contacto con el feminismo como movimiento político llega cuando estoy estudiando mi primer año del grado de Estudios Ingleses y tengo una asignatura que se llama Gender Studies, Estudios de Género, que se enfoca en analizar elementos de la cultura popular, libros, películas, etc., desde una perspectiva de género. Ahí me doy cuenta de que siempre me había faltado una parte de la historia, de la interpretación del mundo, y que con esta nueva mirada, la del feminismo, las cosas empezaban a encajar en su lugar. Y a partir de ese momento ya no hay vuelta atrás.
- Una de las cosas que te movió a unirte a la Nación fue la lucha contra el racismo, ¿crees que el antirracismo debe formar parte del feminismo o debemos considerar el feminismo como algo generalista sin apellidos?
Gran pregunta. Personalmente, considero que el feminismo debe abarcar todas las violencias que atraviesan a las mujeres y tener en cuenta los diferentes contextos en los que nos encontramos, y por lo tanto sí, debe ser antirracista en tanto en cuanto las mujeres somos la mitad de la población mundial, y sujetos políticos del feminismo donde sea que hayamos nacido. Ahora bien, me preocupa un poco que bajo ese paraguas comencemos a poner por delante otras luchas (igual de legítimas, no digo que no lo sean), y aparquemos la nuestra, que es lo que nos ha pasado históricamente. No tenemos más que recordar cómo quedaron relegadas las mujeres chinas tras la Revolución Cultural o las rusas durante la Revolución Bolchevique. El compromiso del feminismo es con las mujeres, sean de donde sean.
- Hay un momento en tu libro que hablas de que la sociedad española considera que “otras” culturas son muy machistas, en concreto dices: “El error es considerar que hay un “ellos” y un “nosotros” en cuanto al grado de machismo imperante en las sociedades y conformarnos con que la nuestra sea sólo un poco menos machista que la de al lado”, recientemente estamos viviendo un debate parecido en torno a las religiones, ¿hay religiones más machistas que otras?
No tengo muy claro si hay unas religiones más machistas que otras, pienso más bien que hay religiones que tienen más poder que otras sobre la ciudadanía. En este sentido tenemos que fijarnos en qué es lo que sucede cuando los preceptos religiosos se llevan al extremo, y las consecuencias que esto tiene para las mujeres. Lo vemos en la tortura colectiva a la que están sometidas las mujeres en Afganistán, pero lo vemos también en el retroceso en los derechos reproductivos de las mujeres en EEUU, por ejemplo.
- Detrás de la Nación había un proyecto de organización social que te hubiera gustado sacar adelante, ¿qué debería haber pasado para que finalmente se hubiera podido conseguir?
Ahora sé que era una quimera, pero básicamente deberíamos haberlo sacado adelante las mujeres, que teníamos más clara la renuncia a los comportamientos violentos. A nivel general, una implicación y una apuesta por las políticas sociales de educación de calle, de integración, podría haber supuesto una diferencia, como fue el caso de Catalunya, donde sí se consiguió sacar adelante un proyecto así.
- Si no me equivoco tienes un proyecto para mujeres presas, cuéntanos un poco de qué va.
No es mío, yo soy la coordinadora. El proyecto lo desarrolló la asociación Teta y Teta y se financia desde el Instituto de la Mujer. Consiste en un estudio del lenguaje carcelario de las mujeres presas, y es muy interesante porque son las propias internas, con el apoyo de un equipo externo de mujeres, quienes han llevado a cabo la investigación y están ahora desarrollando un glosario. Avisaremos cuando vayamos a presentarlo en público.
- Te confieso que siento mucha envidia cuando hablas de la amistad que tenías con las chicas de la Nación, como mujeres que pasamos años viendo a las demás como competencia debemos poner en valor la importancia de la alianza entre nosotras, ¿consigues explicarles a las adolescentes la envergadura de la sororidad?
Pues lo hago, pero no tengo muy claro si consigo que les llegue el mensaje. Aunque veo algunas caras de entendimiento cuando les explico las dinámicas patriarcales que nos llevan a pensar que somos enemigas, que competimos por la atención masculina, etc. Espero, al menos, dejar sembrada una pequeña semilla cada vez que tengo la oportunidad de dirigirme a ellas.
- Por último contarte algo personal, leer tu libro me ha animado a estudiar algo que desde hace mucho tiempo me llama la atención, para mi es admirable conocer a mujeres con criaturas, trabajos, que sacan carreras y proyectos como el tuyo. Así de importante es tener referentes, eso sí, necesito un consejo, ¿cómo llegar a todo?
Pues lo primero, me alegro muchísimo de que te haya llevado a estudiar algo que te interesa, me da mucha alegría saberlo y espero que lo disfrutes mucho. Y ahí va el consejo: no se llega a todo, siempre hay renuncias en el camino. Yo explico a mis criaturas que lo que hago, estudiar, trabajar, el activismo… son cosas importantes para mí como persona, y que necesito espacio para hacerlas, y su padre se lo explica también y les enseña con el ejemplo. Pero esto supone pasar a veces menos tiempo con ellas, estar escribiendo mientras juegan o ven una peli, por ejemplo, o madrugar para tener un par de horas de silencio antes de que se despierten. Mi otra renuncia ha sido limitar bastante mi vida social. Cuando tengo tiempo libre es para mis peques lo primero, y
después para mis amigas, que por suerte están dentro del activismo feminista, así que ahí encontramos más espacios para coincidir.
Te dejo un consejo que nos es mío, es de Gloria Anzaldúa. Ella habla de escribir, pero lo mismo aplica para estudiar:
“Olvídate del “cuarto propio” –escribe en la cocina, enciérrate en el baño. Escribe en el autobús o mientras haces fila en el Departamento de Beneficio Social o en el trabajo durante la comida, entre dormir y estar despierta. Yo escribo hasta sentada en el excusado. No hay tiempos extendidos con la máquina de escribir a menos que seas rica o tengas un patrocinador (puede ser que ni tengas una máquina de escribir). Mientras lavas los pisos o la ropa escucha las palabras cantando en tu cuerpo. Cuando estés deprimida, enojada, herida, cuando la compasión y el amor te posean. Cuando no puedas hacer nada más que escribir”.
Muchísimas gracias por tomarte el tiempo de leer mis palabras con tanta atención y por esta maravillosa entrevista.
Mil gracias por conceder a Revoleo esta entrevista, y en especial por confiar en mí, es un verdadero honor poder visibilizar a mujeres como tú. Espero haber estado a la altura y me gustaría terminar con una frase de Latin Queen: “Hay mujeres dispuestas a cuidar de ti sin conocerte. Si nos necesitas, hermana, nosotras te creemos. Hoy y siempre, aquí estaremos las feministas”.
Pues eso Maríah, aquí estaré. Gracias.
Lean Latin Queen. Lean a mujeres.