El otro día mientras iba conduciendo me di cuenta de que siempre llevo la barriga para dentro, si si, como lo estáis leyendo, tomé conciencia de mi cuerpo y me di cuenta de que siempre voy en tensión, durante unos minutos, a posta, relajé el cuerpo y vi que sobresalía algo, ahí estaba: mi abdomen, dándome las gracias por dejarle respirar, sin embargo, al poco rato volví a darme cuenta de que una vez más estaba escondiéndolo, con la molestia que eso conlleva.
¿Puede ser que lleve media vida con molestias abdominales causadas por mi misma? Seguramente. ¿Qué por qué lo hago preguntáis? Pues posiblemente por lo mismo que durante unos cuantos años he intentado usar un número menos de zapato, o voy encorvada, ni mi longitud de pie ni mi estatura me parecían “normales” en una mujer. La cuestión es el porqué de este empequeñecimiento voluntario, estas ganas de decrecer. Durante más de la mitad de mi vida he deseado ser más pequeña, menuda, delgada, fácil de proteger.
Esto, queridas y queridos, forma parte de esa maravillosa jaula llamada feminidad. Porque al final ser femenina no es más que eso; debilidad, fragilidad, invisibilidad, sumisión, y nos la han colado tan bien que algunas nos sorprendemos analizando nuestro cuerpo y dándonos cuenta de que literalmente ocupamos menos espacio del que somos. Es fuerte ¿eh? Sin darnos cuenta obligamos a nuestro cuerpo a ser menos cuando podría ser muchísimo más. Nosotras DEBEMOS ser muchísimo más.
Así que Cristina, hija, lo mismo te has equivocado de metamorfosis. Lo que las mujeres queremos es dejar de estrangular a nuestro útero y a nuestras vísceras, deshacer el nudo de nuestra garganta, ocupar todos los espacios, hacernos grandes, llevar un 41 de pie con dignidad, levantar la voz si hace falta y que lo importante no sea siempre lo que llevamos puesto.
ANYTA BELLE
Enfermera
SI VIS PACEM. PARABELLUM
Amar con todo, reír por nada y luchar sin miedo. La indiferencia ante lo injusto es el mayor acto de cobardía.