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Hogar

¿En qué piensas, Mari Belcha, al mirar los montes lejanos y el cielo pálido?

Pío Baroja. Mari Belcha.

No sé cómo desenvolverme en este sueño tan raro.

He recogido del suelo una suciedad espantosa y, como testigo, tengo a ese señor tan espigado y mayor que no deja de observarme.

Yo quiero tener una casa y, sin embargo, este maldito sueño me lo hurta: él tiene un apartamento pequeño y sucio que yo he de limpiar. Él se ríe de mí y yo cotejo mi vigilia en sueños y mis sueños en vigilia y veo que no consigo tener un hogar. 

Él me mira y me dice que no tengo por qué limpiar tanto, que es inútil, pero yo me juego la vida con la fregona. Hay un baño que desagua por el váter y yo, de rodillas, quito esas excrecencias; no vuelven a salir sino hasta el sueño siguiente. Él me dice que no va a ayudarme en este laberinto mugriento. No va a hacer nada por mí. Yo me siento en una silla y veo todo lo que me queda por limpiar, y es horrible, yo solo quiero un hogar en el que refugiarme de la mirada de Él. Es como un dios, está en todos los rincones y yo no sé cómo hacer para que deje de otear mi horizonte de vida como si fuera el suyo.

A veces mi sueño se ralentiza y me da tiempo a quitar la suciedad de todos los rincones, entonces, paso a ser dueña de mi casa y él desaparece.

Yo quisiera un espacio propio, limpio, donde cupiera su ternura, pero lo único que veo es una maldita mugre que él desparrama por el suelo. Yo no quiero un viejo blando y mirón, como no quiero una casa llena de mierda. Él no se ha fijado en una mujer en el invierno de su vida, sino en una primavera que ha de hacer esfuerzos por adecentar un hogar que no tiene.

La ansiedad se hace sueño: veo que es imposible una intimidad y una habitación propia, como es imposible que yo ame al viejo. Y él, como Dios, aparece en el sueño en forma de búho maltrecho; que ¿por qué sé que es él?, porque lo sé.

Hoy, en mi vigilia, le he visto en la plaza y, tras unos arbustos, se ha masturbado. Yo no dejo de soñar con casas mugrientas, no dejo de limpiarlas.

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Cristina Santirso Ruiz

Un comentario

  1. Cuantos malos sueños tienen por contar las mujeres para que no se cumplan. Gracias por compartir el tuyo y, enhorabuena por el escrito.

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