Rosario es una mujer de cuarenta y tantos, divorciada y sin hijos. Sus padres no pudieron permitirse el lujo de darle estudios, porque si en pleno siglo XXI, formarse es considerado un lujo. Podría habérselo planteado con los años e independencia, pero ya se sabe, la zona de confort, endemoniada y manipuladora. Ahora se dedica a fregar escaleras, un trabajo igual de digno que otro cualquiera, pero menos reconfortante quizás. Ya han empezado los primeros achaques: una ciática por aquí, síndrome del túnel carpiano por allá.
¿Su mayor entretenimiento? Los programas del corazón y de citas, hace tiempo que tiró la toalla en lo que al amor se refiere, así que ha decidido hacer suyos los romances de otros.
Adela, su mejor y única amiga, le insiste y persiste en planes, pero Rosario hace tiempo que no tiene interés por la socialización. Es lo que tiene la depresión, te invalida por completo, y ni siquiera llegas a comprender el por qué.
La caminata de los domingos es algo que jamás perdona, por eso de que el sedentarismo es un peligro en potencia y más a esas edades. Cuando hace sol, cierra los ojos e imagina que pasea por la playa, y cuando llueve, por un instante llega a sentirse la protagonista de su comedia romántica favorita.
Ese día escogió una ruta más concurrida; le da vergüenza reconocerlo, pero lo hace por contemplar a los hijos e hijas que nunca pudo tener, e imaginar una vida alternativa.
-¡Mira mamá, soy invisible! -exclama una niña con una toalla encima.
Y Rosario sonríe apenada. Quisiera decirle a esa niña que lo que para ella es un superpoder extraordinario, para algunas mujeres es una realidad aplastante y asfixiante.
Más tarde en casa, Rosario, frente al espejo, desea activar con su mente el poder de la visibilidad, para al menos encontrarse en su reflejo.
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ANYTA BELLE
Enfermera
SI VIS PACEM. PARABELLUM
Amar con todo, reír por nada y luchar sin miedo. La indiferencia ante lo injusto es el mayor acto de cobardía.