Amor en tiempos de pandemia

¿Está afectando el coronavirus a las relaciones de pareja?

Si de algo no cabe duda, es que el último año ha afectado a diferentes aspectos de nuestra vida: familiar, laboral, círculos sociales y, cómo no, pareja. 

En este artículo revisaremos las diferentes cuestiones que han podido afectar a nuestras relaciones. Teniendo en cuenta que cada pareja es única y cada caso particular, os invitamos a la reflexión y a compartir vuestras vivencias personales. 

En lo que respecta a nuestra rutina, suele producirse una paradoja: anhelamos totalmente lo contrario a lo que estamos acostumbrados. Por ejemplo, si nuestra rutina consiste en estar fuera de casa, con una vida ajetreada, poco tiempo para nosotros o nuestra pareja; desearemos tener más tiempo para descansar y dedicarle a nuestra relación: “Estoy deseando tener vacaciones para quedarme en casa descansando o pasarlas con mi pareja”. En cambio, si nuestra rutina transcurre en nuestro hogar (ya sea por enfermedad, paro, o cualquier situación que nos obligue a ello), seguramente desearemos pasar tiempo fuera, sociabilizar, trabajar o estar ocupados la mayor parte del día. 

Con la pandemia, y la cuarentena obligatoria, pasamos de tener una vida, ya fuese monótona o no; a permanecer las 24 horas del día en casa encerrados con nuestra pareja (con o sin hijos) saliendo a la calle exclusivamente para lo básico. Esto ha podido tener consecuencias tanto positivas como negativas. 

Por un lado, el agravamiento de problemas preexistentes, que se han manifestado de una forma más notoria llegando a propiciar la ruptura de la pareja o el matrimonio. En varios artículos sobre los conflictos en las parejas durante la pandemia, se ha mencionado el caso de la ciudad china de Xi’an, donde se registró un número histórico de solicitudes de divorcio, “[…] a causa de la epidemia, muchas parejas han estado juntas en casa durante más de un mes, lo que sacó a la superficie conflictos que permanecían escondidos”, e incluso se ha formulado un nuevo concepto: el covidivorcio. 

Estar encerrados en el mismo lugar, ha provocado una falta de espacios privados, y una continua observancia de las actividades del otro. Además, en cuanto a necesidades afectivas, la ausencia o limitación de contacto con nuestros círculos sociales, hace que recaiga en nuestra pareja la exigencia de suplirlas. Hemos pasado de tener diferentes posibilidades que podían aportarnos refuerzos positivos, (como el trabajo, hablar con las vecinas y amigas, disfrutar de actividades de ocio, etc.), a demandarlos únicamente a nuestra pareja. Debido a esto, es habitual encontrarnos con un estado anímico bajo, melancólico, ansioso que ha podido derivar en conflictos de pareja. 

Otro aspecto importante es la falta de trabajo y, por tanto, de ingresos económicos. La frustración de no tener estabilidad laboral, de no encontrar trabajo, o haberlo perdido a causa de la pandemia, se refleja en nuestro estado de ánimo. Además del cambio tan drástico que hemos sufrido en nuestra rutina diaria, la ansiedad que genera la falta de empleo ha podido derivar en depresión, afectando así, no sólo a nuestro estado mental, sino a la forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno. 

El teletrabajo invadió los hogares, compartiendo así nuestro círculo familiar y laboral en un mismo espacio reducido. Las parejas con hijos se han visto afectadas por tener que lidiar con las tareas del hogar, el teletrabajo y las actividades lectivas. Esto ha podido ocasionar un reajuste de las actividades diarias, cambiando nuestras rutinas e incluyendo actividades del hogar de las que quizá antes no nos hacíamos cargo. Consideremos el estrés y los conflictos que ello ha podido ocasionar. 

Es importante mencionar la sobrecarga que han sufrido muchas mujeres debido a la pandemia. Si ya cargaban con las tareas domésticas (y muchas además con su trabajo), tras la cuarentena obligatoria se han hecho cargo, también, del cuidado y la enseñanza de los hijos y de la atención a familiares dependientes. El hecho de tener a su marido e hijos en casa, sin que se haya llevado a cabo un consenso y reparto de las tareas domésticas, ha sido producto de un desgaste físico y emocional severo. Muchas mujeres cuyo refugio era el trabajo o el tiempo que los hijos estaban en el colegio, se han visto obligadas a lidiar con todas las tareas que tenían más las añadidas, siendo estas incluso el cuidado de familiares dependientes por miedo a que contrajesen la enfermedad. Esto ha podido causar conflictos en las parejas, donde el hombre ha ocupado el lugar de estar en casa sólo físicamente, sin la corresponsabilidad de los cuidados y las tareas del hogar. La reorganización de actividades por ambas partes es un tema interesante para reflexionar y ver las consecuencias tanto a corto como a largo plazo.

Todo lo anterior sucede en relaciones ya consolidadas que comparten un hogar, pero ¿qué pasa con las parejas que viven separadas o que ven lejano el poder convivir?

Es importante tener en cuenta cómo puede afectar esta incertidumbre futura en las nuevas parejas, que ven lejanos sus deseos de convivir, viajar, formar una familia, etc. Si ya existía una emancipación tardía, ahora hay que sumarle la nueva crisis que va a traer el coronavirus. Muchas parejas han pasado de convivir a estar separados debido a la vuelta a sus hogares familiares. Se ha producido un incremento de las comunicaciones por redes sociales que sustituyen al contacto y la cotidianidad. Si al principio podía haber un aumento de fantasías sexuales a través de redes sociales finalmente se ha producido una reducción de nuestros deseos, anhelos y proyectos comunes debido al distanciamiento. Que nuestra pareja viva en otra ciudad y se relacione con gente o esté trabajando, supone ansiedad y miedo de contraer el coronavirus. La culpabilidad que supondría contagiar a nuestros familiares, produce efectos negativos en nuestra relación con los contactos más íntimos. Así como el estrés que suponen las restricciones, como las de la movilidad, cuando hay un cierre perimetral que nos separa. 

Ahora bien, ¿y las nuevas parejas? ¿Interfiere el miedo a ser contagiado en la forma de relacionarnos? 

Se ha limitado el contacto social de personas no convivientes. Se ha sustituido el salir y sociabilizar de forma física a relacionarnos por aplicaciones y redes sociales. Esto puede derivar en una mayor exigencia a la hora de decidir con quién tener contacto, no sólo por la superficialidad inherente a relacionarse a través de redes sociales, sino al hecho de no saber con quién o quiénes han podido relacionarse estas personas. Los adolescentes han tenido que cambiar totalmente su rutina, y siendo la época donde más importante es la sociabilización, ha pasado de ser directa a ser sustituida por virtual. 

El estrés que nos generó volver a la “nueva normalidad”, después de dos meses encerrados en “zona segura”, sigue vigente cada día. Pensar en el regreso al transporte público, los espacios sociales y las actividades profesionales tras el encierro obligatorio ha podido provocar desajustes, que van desde respuestas psicofisiológicas (taquicardia, insomnio, tensión muscular, entre otras) hasta ansiedad, miedos e irritabilidad.

Para ver cómo ha afectado a cada pareja, podríamos reflexionar sobre cómo era el vínculo, cómo nos hemos adaptado de forma individual y conjunta a los cambios, qué factores han influido en nosotros, y cómo afrontaremos el futuro.  Sin duda hay un sinfín de vivencias: las parejas que han estado aisladas conjuntamente, con hijos o sin ellos; separadas; las relaciones extramatrimoniales, en las cuales se han reducido los encuentros por miedo a contagiar a la familia; las que están al cuidado de un familiar mayor; las que teletrabajan y las que no.

Os invitamos a reflexionar y a contar cómo habéis vivido este período de excepcionalidad. 
La forma en que afrontamos los problemas y la comunicación con nuestra pareja ha cobrado más importancia que nunca. Hay parejas que habrán salido reforzadas y juntas han logrado cambiar su rutina para adaptarse a la nueva situación, ya sea reformulando su objetivo profesional o dedicando más tiempo a tareas del hogar y a los hijos, si los tuvieran. Por el contrario, habrá parejas a las que les haya faltado esa adaptación a tiempos de incertidumbre. Lo importante es no sentirnos culpables si ha pasado esto último, ya que una de las consecuencias de la pandemia, es habernos dado cuenta de las cosas que son realmente importantes para nosotros mismos y estar en sintonía con nuestros objetivos personales.

CRISTINA ESPINOSA OSUNA
Psicóloga social

NO NI NÁ

«Lo más revolucionario que una persona puede hacer es decir siempre en voz alta lo que realmente está ocurriendo.»

3 comentarios

  1. Muy interesantes tus palabras, desde luego que la pandemia está creando mucha inestabilidad mental.

    Tampoco nos olvidemos de nuestros mayores que están pasando largas semanas sin visitas, haciendo aún más dura si cabe la soledad que acompaña a la vejez.

  2. Me gusto tu articulo,

    Es algo que de verdad nos ha afectado a todos de distintas maneras. En mi caso, la segunda opcion sobre las metas personales que se descubren mas en tiempos de pandemia.

    La convivencia con mi pareja no ha sido fácil pero busco mas que nada buscar mi bien estar mental y enfocarme mas en lo que considero yo que son mis prioridades.

    Veremos como resulta todo al final.

  3. Muy interesante tu artículo.

    Pienso que las relaciones a distancia per sé son difíciles aún más con pandemia.

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