La mano que agarra tu cuello

Siempre he pensado que cuando un término se usa hasta la saciedad se desvirtúa por completo su significado.

Eso es lo que pasa exactamente con el término ansiedad, ¿quién no conoce a alguien que diga sufrirla? Y no digo que sea falso, probablemente sea cierto ya que según un estudio avalado por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) 9 de cada 10 españoles la han sufrido en algún momento en el último año, y 4 de cada 10 la sufren de manera continuada.

Una vez escuché a una psicóloga hablar de la ansiedad como “el miedo a vivir”, yo iría un paso más allá y la definiría como “la incapacidad de vivir”, entendiendo la vida como el acto que llevamos día a día aceptando los malos momentos pero también teniendo la capacidad de disfrutar los buenos. La ansiedad continuada significa sobrevivir. 

En términos médicos podemos diferenciar entre ansiedad puntual o continuada, estrés o pánico. 

La ansiedad es un sentimiento de preocupación excesiva ante una situación futura que normalmente no ha tenido lugar, se acompaña de inseguridad y nerviosismo.

El estrés, en cambio puede surgir ante algo positivo, un cambio de domicilio por ejemplo, y ante algo malo, sobrecarga laboral, este sentimiento suele desaparecer cuando finaliza el proceso que lo produce.

El pánico es el miedo intenso ante un peligro que puede ser real o no, esto puede ser la fase final de una crisis de ansiedad o de una situación de ansiedad continuada.

Yo soy enfermera, no psicóloga, por lo que estas definiciones son muy básicas pero creo que basta para entender la diferencia.

Por supuesto, es solo una pequeña muestra de la gran cantidad de patologías mentales que podemos encontrar, pero hoy quiero explicar la ansiedad continuada ya que bajo mi punto de vista es tremendamente habitual y está injustamente silenciada.

Para ello me gustaría que mis lectores hicieran un ejercicio conmigo: cogemos las dos manos y las colocamos alrededor de nuestro cuello, a continuación aplicamos la fuerza suficiente para notar falta de aire pero no tanta como para dejar de respirar. Ahora cerramos los ojos e imaginamos notar esa sensación desde que despertamos hasta que dormimos.

Esa mano que agarra tu cuello, es la ansiedad continuada, lista como ella sola; no quiere que dejes de vivir, solo quiere que aprendas a sobrevivir con ella. 

Como enfermera puedo decir que las personas sanitarias no estamos formadas para atender a pacientes con este tipo de patologías, porque más allá de los servicios de especialización psiquiátrica, estas dolencias están presentes en urgencias, en quirófanos, en hospitalización general, etc. y pueden ser consecuencia de otras enfermedades o la base de ellas. 

Así como tampoco recibimos formación ni apoyo institucional para afrontar la ansiedad como profesionales expuestos a situaciones graves, tragedias, muerte y/o enfermedad. 

Por lo que por un lado, los sanitarios que somos una parte importante en procesos graves de ansiedad no tenemos las herramientas necesarias para trabajar con ella y por otro como personas que viven situaciones de tremendo estrés en el trabajo tampoco disponemos de la formación ni ayuda necesaria para gestionarla de manera adecuada.

La tristeza o la ansiedad son emociones normales en el ser humano, nos ayudan con determinadas situaciones que afrontamos. Lo que no podemos normalizar es, como ya hemos dicho antes, el hecho de sobrevivir. 

No disfrutar de absolutamente nada en tu día a día, ser incapaz de prestar atención a lo bueno que te rodea, sentirte incapaz de superar una situación, los síntomas físicos que esto conlleva (taquicardia, sensación de ahogo, cefalea, dolor abdominal, etc) NO son normales.

Cuando alguien nos manifiesta este tipo de sentimientos tendemos a la incomprensión, entre los que me incluyo, creemos de verdad que para estar bien psicológicamente tan solo hay que querer por eso lo de “no estés mal, tienes que poner de tu parte”. Esto ocurre principalmente por la falta de empatía, vuelvo al tema de la educación, la responsabilidad afectiva, la comunicación asertiva y la gestión de emociones parece no ser una prioridad del Estado, ya que no forma parte de nuestra educación. 

Es verdaderamente una contradicción que en un estado llamado del bienestar, la salud mental de sus habitantes sea lo último. Y sin ser yo Pablo Cohelo puedo afirmar que sin una población capaz de ser feliz y de asimilar los obstáculos que se encuentre en el camino, no hay progreso posible.

La salud mental, es SALUD y como tal debemos cuidarla y curarla cuando está herida.  

 “No quiero asomarme al fondo del abismo, que tengo que acercarme y pierdo el equilibrio; que no quiero asomarme ni al fondo de mi mismo, que pierdo el equilibrio y yo solo quiero hacerte bailar”. Robe Iniesta.

ANYTA BELLE
Enfermera
SI VIS PACEM. PARABELLUM

Amar con todo, reír por nada y luchar sin miedo. La indiferencia ante lo injusto es el mayor acto de cobardía.

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