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Lo que Karla Sofía me enseñó

Por motivos laborales llevo un año viviendo en EE.UU. El año transcurrido en este país me ha mostrado cómo aquí la gente no vive de vivencias (valga la redundancia) sino de apariencias. Es por ello que todos necesitan tener la casa más grande, el coche más potente, la decoración más ostentosa, los espectáculos más increíbles o cada Navidad hay que hacerse un reportaje fotográfico mostrando lo magnífica que es tu familia. Y siempre que sea posible, rememorar la nacionalidad de tus ancestros hasta la cuarta generación para poder demostrar lo diverso y multiétnico que es tu nación. 

Esto lleva a la rapidísima idealización por parte de personajes, algunos mejores y otros peores, por parte de la sociedad estadounidense. De manera clónica, por desgracia, el fenómeno es copiado de manera mundial. Y en medio de todo esto, el escándalo Karla Sofía Gascón ha hecho estallar la burbuja de felicidad en la que algunas personas viven.

Para quienes no hayan seguido la actualidad las últimas semanas, Karla Sofía Gascón es una actriz trans española que se ha convertido en la primera persona trans en ser nominada a los Oscar por su papel protagonista en la película “Emilia Pérez”. Dicho hito ha resultado notorio por todas las autoridades y medios mundiales, a pesar de la poca humildad que ha demostrado la susodicha nominada en las entrevistas promocionales de la película. Todo esto hasta que la periodista canadiense Sarah Hagi abre la caja de Pandora y revela tuits de Karla Sofía en Twitter (actual X) donde critica a tajo y destajo a todo tipo de minorías, comenzando por los musulmanes, a la que la propia Hagi pertenece. No son tuits de hace muchos años, además, por lo que no se puede alegar “inmadurez”.  Se hace el mutismo y cuando toca dar explicaciones, en un vídeo lacrimógeno, Karla Sofía decide echarle la culpa a “una mano negra” y no pedir perdón a las claras. Su destino ya ha sido decretado y será cancelada.

Pero, realmente, ¿cuándo y cómo comenzó todo este delirio? Karla Sofía Gascón, originalmente Carlos, nació en Alcobendas, Madrid, ciudad de donde es también Penélope Cruz. Hace un par de años, decidió mudarse a México, donde participó como actor en un par de telenovelas hasta que comenzó su transición a mujer trans. La verdad, no voy a decir #EsUnP*toHombre, como usarían muchas compañeras feministas, pues creo que jugar al insulto es echarle gasolina al fuego y seguir cebando el discurso de odio y persecución al colectivo trans que tanto rédito está dando. Desconozco las razones por las cuales una persona adulta, hombre en este caso, decide que se siente y es mujer. Yo nunca he tenido ese sentimiento, ni creo que la idea de mujer sea un constructo social basado en rancios estereotipos de género que a mí me oprimen, pero a otros ensalzan y empoderan. De igual modo, en el caso de la infancia, sin intención de hacer daño, se tiende a dar pábulo a estereotipos e ideales absurdos (se comporta como un niño, como una niña…), antes que enfrentarnos a la cruda realidad y despojarnos de todos los prejuicios y estereotipos de género que tenemos. Porque sí, es más fácil cambiar a un individuo que a una sociedad entera. No ha sido casual que el mayor impulso de toda la causa trans comenzara justo meses después del despertar de la cuarta ola feminista. Si quieres callar un movimiento lo mejor es crear un contramovimiento que deprede los ideales del primero hasta hacerlos una caricatura, siendo difícil para sus miembros saber finalmente qué defendían. 

Entonces tenemos que Karla Sofía pertenece a un colectivo históricamente perseguido y estigmatizado. Pero, ¿qué tal la película que protagoniza, “Emilia Pérez”?  Dicha película está dirigida por el francés Jacques Audiard, el cual ha declarado en entrevistas por ejemplo que la película no podía ser más profunda porque “está en español, que es un idioma de gente humilde, sin cultura”. Valiente ignorante. “Emilia Pérez” es un musical donde su protagonista, “Manitas” es un narcotraficante mexicano, casado y con hijos, que decide transicionar a mujer y a partir de ahí ayudar a las familias de sus víctimas. Cómo San Pablo cuando se cayó del caballo y sintió la revelación. El público mexicano (con muchísima razón) está indignado de la manera que la película se mofa de dos de los mayores problemas que tiene el país como son el narcotráfico y la desaparición de personas. Además de presentar a “Manitas” con rasgos indígenas en contraste a Emilia, blanca y europea. Sólo ha sido contratada una persona mexicana en el reparto, y la dicción en español de otra de las coprotagonistas de la película, Selena Gómez, es claramente mejorable. Vamos, que en aspectos técnicos y de guión, no era una obra maestra a las claras. Aunque la crítica y los premios dijeran lo contrario.

En medio de la lluvia de premios y alabanzas, llega el escándalo Gascón y todos los que apoyaron la película se van desdiciendo de sus palabras. Hasta el propio Jacques Audiard ha abandonado a la protagonista. ¿Quiere decir que son justificables sus palabras? Para nada, son claramente racistas. Saturno ha devorado a sus propios hijos, porque un icono trans en ciernes, que tenía el Oscar en la yema de los dedos, lo ha perdido a manos de una joven periodista musulmana que se dedica a “cazar” escándalos de este tipo. Algunos critican la doble vara de medir del público, como se ha cancelado totalmente a Karla Sofía mientras personas con actitudes, comportamientos y acciones de igual o peor catadura moral siguen en sus puestos o se siguen reforzando más y más. Y es totalmente cierto. Si Karla hubiera sido Carlos, la severidad hubiera sido, de lejos, mucho menor. A la vista está que nadie ha movido un solo músculo en criticar al director o a la producción de la película que hicieron un nulo trabajo en revisar las RRSS de su elenco en busca de “futuros problemas”. Pero es que este mundo de fantasía y falsedad del que hablaba al principio se basa precisamente en fabricar ídolos de cristal, está hecho a la medida y gusto de hombres. Hombres, preferentemente blancos y heterosexuales. Entonces ellos son inmunes a los azotes inquisitoriales que se le imponen a “los otros”.

Karla Sofía me ha enseñado cuánto de malo es idealizar a las personas. Una sociedad que elige a un personaje (especialmente si lleva a sus espaldas una historia triste y de superación) y lo encumbra sin plantearse que todos tenemos un pasado y opiniones, que pueden o no gustar y coincidir con la tuya. Pasa siendo una actriz, un deportista o una figura histórica del movimiento feminista. Una mentalidad donde solo puede existir blanco o negro, o estás conmigo, o contra mí, y donde las opresiones están jerarquizadas, siendo tremendamente grave la ofensa racista pero incapaz de plantearse si performar la feminidad como si de una máscara de quita y pon se tratase puede ser insultante. Porque claro, en el primero está claro que habrá hombres que exijan respeto, en el segundo, solo cuatro locas odiadoras. De hecho, pareciera que muchos de los que ahora reniegan de ella y sacan a colación el “y tú más”, lo hacen como método expiatorio para seguir justificando la glorificación de futuros iconos. Porque ella ha resultado una decepción, pero el resto…

En el fondo me da pena. Tiene que ser duro ver como en ocho días pasas de ser adulada y querida por todos a la paria más despreciable jamás filmada. Pero ya lo dice el (misógino) dicho: “La mujer de César no sólo tiene que ser honesta, sino parecerlo”.

Picture of María O.

María O.

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