El otro día a raíz del caso de Dominique Pelicot, mi amiga Mayca me mandó una noticia donde rezaba que uno de los hombres partícipes en los abusos hacia Giséle Pelicot también operaba de la misma manera con su mujer, y perdonad que no de muchos detalles, creo que todas conocemos de sobra el asunto y no quiero recrearme en datos escabrosos. La cuestión es que mi amiga me mandó el enlace con la siguiente pregunta: “¿Cuántos hombres conoceremos que sean violadores?”, yo misma me sorprendí contestándole: “Todos”.
La finalidad de este artículo no es justificar a los hombres malos, ni tampoco defender a los hombres buenos, es una reflexión, para mi entender, necesaria, tanto para nosotras como para ellos.
Después de años de divulgación feminista, creo que la población tiene cada vez más claro que los violadores no son monstruos ni locos, si no hijos sanos de un patriarcado que los ha educado en la normalización de este tipo de atrocidades. Ahora bien, hablemos de maldad, que, si bien es un término muy subjetivo, intentaré conceptualizar de la mejor manera para llegar a la raíz del asunto. Me da la sensación de que en nuestro imaginario colectivo el violador ha dejado de ser ese hombre con la cara tapada que te secuestra por la noche, y se ha convertido en un hombre ajeno a nuestro entorno, que por encima de todo es malo malísimo.
Quizás el verdadero interrogante sea, ¿se puede ser buena persona y hacer cosas malas? Mi respuesta es un rotundo sí, y antes de que me crucifiquéis, me explico. El punto de inflexión está en esa idea casi abstracta de “la cultura de la violación”, que a priori, estoy segura de que muchos hombres no tienen ni idea de qué significa esto, y esto, no es ni más ni menos que la normalización y romantización de las agresiones sexuales hacia las mujeres desde todos los ámbitos de la sociedad. Cuando sentenciamos que “todos los hombres son potenciales violadores” debemos ser honestas, con nosotras y con ellos. La realidad es que presionar a tu pareja para tener relaciones sexuales preguntándole insistentemente “¿ya no me quieres?” es una forma de agresión sexual, y siento decir que hay muchos hombres buenos incapaces de llegar a esta conclusión. Porque han sido educados en la automatización de ciertas prácticas. Y entiendo que al igual que para mi es muy difícil desaprender ciertas cosas como buscar la validación masculina o la feminidad en sí misma, para ellos aceptar que han perpetrado un acto tan horrible debe ser harto complicado.
Porque amigas, los hombres no solo deben aprender qué tipo de actos son violaciones, los hombres tienen que aceptar que alguna vez las han cometido, por ejemplo, aquella vez que mantuvieron relaciones con una mujer en un estado de embriaguez tal que no podía discernir si realmente la deseaba. Y de la misma manera, nosotras debemos pararnos a pensar cuantas veces hemos sido víctimas de algo así, porque sí, estoy segura de que absolutamente todas hemos tenido relaciones sexuales no deseadas.
Exponiéndole toda esta maraña de pensamientos a mi novio, me preguntó: “¿tampoco pondrías la mano en el fuego por mí?”. Y no, no lo haría, puedo dar fe de como se ha comportado conmigo en el tiempo que llevamos juntos, pero no puedo saber a ciencia cierta como lo ha hecho en el pasado. Y lo mismo pasa con los hombres de mi entorno, es duro de asimilar, pero yo sé cómo se han comportado conmigo, pero no puedo tener una confianza plena en sus actos del pasado ni tampoco en sus actitudes para con otras mujeres.
Lo que ha pasado en Francia es algo espantoso, pero no deja de ser la punta de un iceberg que se sustenta sobre las acciones cotidianas de los hombres de nuestro entorno; como pertenecer a grupos de whatsapp masculinos donde se cosifica y deshumaniza a las mujeres o ser consumidores de pornografía.
Por eso creo que entender la potencialidad de las agresiones debe dejar de vincularse con la maldad o la bondad, porque la mayoría de los hombres con un autoconcepto impecable de si mismos no se plantean que hayan podido cometer una, básicamente porque solo tienen en la cabeza la definición al uso, obligar a una mujer a mantener relaciones sexuales por la fuerza.
Por otra parte, las mujeres deberemos aceptar la posibilidad de que todo hombre de nuestro entorno, incluido nuestro compañero, haya podido cometer un acto así, o varios.
Si eso lo convierte en buena o mala persona será algo que tendremos que valorar nosotras mismas, en base a muchas otras cuestiones.
Que un hombre desaprenda y sea consciente de sus privilegios incluye que las mujeres que conozcamos su pasado decidamos seguir en el camino con él o por el contrario seguir el nuestro.
Solo con la aceptación consciente de nuestros propios actos podremos avanzar.
Un comentario
Gracias por este texto. Porque precisamente el hecho de que las cosas sean de una manera tan normalizada, hasta en nuestras camas, sobre nuestros cuerpos, es algo que debemos mirar primero nosotras, tener ese hombro para subirnos a ver que sí hay posibilildades, solo es posible si vamos despertando de todo lo normalizado que NO lo es. Excelente artículo.