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Maternidad y el segundo cuerpo. Parte 1

El segundo cuerpo: El binomio mujer-madre

Ingenua para mí, alguna vez creí que la presión que la maternidad ejerce sobre nosotras se iría diluyendo a medida que crecía la aceptación de las mujeres como miembros efectivos de nuestra sociedad. Sin embargo, conforme una se va acercando a la treintena esto se convierte en una ucronía. De repente, parece que al mundo le ha entrado prisa por que produzcas la mano de obra que te sustituirá en el futuro. Todos los algoritmos empiezan deliberadamente a mostrar contenido sobre bebés y madres, anuncios de predictores, y por supuesto, de congelación y recuento de óvulos, no vaya a ser que con el escaso tiempo que el capitalismo nos permite para cuidar de nuestra salud, esto encima repercuta en sus futuros esclavos. A nuestro alrededor, lo que antes era un “ya cambiarás de opinión”, se convierte en un “te acabarás arrepintiendo”. Lo que antes eran delirios de una joven solitaria, de repente son ideas que nos convierten en una amenaza para nosotras mismas, y que por supuesto, es legítimo poner en duda antes de que sea demasiado tarde y no haya vuelta atrás. 

Pero ¿a qué viene este cuestionamiento? ¿Por qué continúa esta presión sobre la maternidad si se supone que habíamos desterrado ya el mito del “instinto materno”? La respuesta es sencilla: seguimos creyendo en la maternidad como culmen del desarrollo femenino. Y es que ¿qué otra respuesta puede haber a que el aborto siga siendo objeto de debate? que siga existiendo esta disputa es el mejor ejemplo de que, más que una elección personal, la maternidad es una imposición social no solo relacionada con el mero deseo. El debate en torno al deseo de ser madre es ciertamente la cuestión más visible, pero ¿qué hay de toda la estructura que fomenta tal deseo? ¿Qué relación existe entre tal imposición y el modelo de vida de nuestras sociedades? Lo cierto es que solo deberíamos hablar de elección si obviamos el papel que tiene la maternidad para con la sociedad. Y aunque puede resultar obvio decir que la maternidad es fundamental en nuestra supervivencia como especie, lo que no parece tan obvio es todo lo que esto implica: la figura de la madre es un pilar irrenunciable en el modelo de familia nuclear en el que se apoyan el resto de estructuras sociales modernas, de ahí que sea necesario motivar esta decisión que, más allá del deseo privado, es forzada tanto a través de la presión, como a través de un cierto desconocimiento que sigue nutriéndose del mito del instinto materno. Por una parte tenemos la presión, que prácticamente es un sello de identidad de todo lo que baña la feminidad. Pero por otro, tenemos también el desconocimiento, que no se suele tener tanto en cuenta, pero que no deja de ser un elemento esencial en el desarrollo de un discurso sesgado y cargado de emotividad que dificulta el encuentro entre posturas en contra. Ahora bien, antes de introducirnos de lleno en todo lo que esto implica, vayamos por partes.

En esta primera parte la intención es tratar de explicitar qué implica la presión por ser madre, es decir, todo lo que su publicidad omite y la polarización que se produce ante la aparente falta de objetivos comunes entre las que no queremos serlo y las que sí. Esta parte tiene un carácter introductorio cuyo interés es mostrar cómo esta imagen de la mujer-madre influye directamente en que la medicina se incline a tratar la salud de la mujer en torno al embarazo y el parto, mientras todas sufrimos por igual el desconocimiento que hay acerca del cuerpo de la mujer. Para hacer este viaje vamos a servirnos de la misma intuición con la que nace el feminist standpoint o teoría del punto de vista, una teoría epistemológica, que parte de la sospecha de que un punto de vista no privilegiado socialmente es más sensible a los problemas que afectan a toda la estructura. Así pues, cabe preguntarse ¿qué medicina necesitamos las mujeres que no queremos ser madres? o mejor ¿qué podría ofrecernos una ciencia que no se dedicara exclusivamente a la reproducción y atendiera de verdad a la mujer como sujeto?

Lo que pretendo aquí es ofrecer una panorámica de algunos de los problemas derivados de la separación entre fertilidad y salud femenina que nos afectan de manera directa, y que pese a no relacionarse directamente con el deseo privado de maternar, influyen tanto en la posibilidad de cumplir este deseo como en la planificación y control que podemos tener sobre el mismo. Y para esto, nuestro punto de partida será precisamente la negativa a la maternidad, ya que solo negándola podremos ver más de cerca el desinterés que hay en torno a otras cuestiones de salud de las mujeres. Este será pues el primer paso de cara a explicitar cómo la presión convierte el desconocimiento en lo que Miranda Fricker llamó una injusticia hermenéutica, una injusticia que hace referencia a las consecuencias de la ignorancia en cuestiones que no son interesantes socialmente y se opacan al resto de la sociedad. Así, con esto llegamos también a una cuestión muy presente en el ámbito de la teoría social: la agnotología o promoción de esta ignorancia hermenéutica deliberada (Medina, 2021: 231), que no solo impide conocer el alcance del propio desconocimiento, sino que, como veremos, tiene efectos epistemológicos y éticos que afectan nuestro día a día. 

La presión de ser madre

Así pues, antes de llegar a la cuestión del desconocimiento, merece la pena hacer un pequeño repaso por lo que la presión implica, ya que ésta de por sí cumple una doble función. Por un lado, se hace ver el querer ser madre como algo natural y lógico favoreciendo la aceptación sin reservas de esta voluntad de vida. Por otro, esta naturalización polariza el debate entre las mujeres que ven la maternidad de este modo, y las mujeres que no somos “capaces de sentir esa llamada”, impidiendo tanto un diálogo abierto acerca de nuestra salud reproductiva –que ha de incluir el embarazo como parte de una salud integral de la mujer, pero nunca como el centro–, como una correcta reflexión sobre la responsabilidad que conlleva —que ha de incluir necesariamente aquellos motivos por los que muchas de nosotras no queremos ser madres—. Dicho esto, no es difícil darse cuenta de que partimos de dos puntos de vista que no poseen a priori objetivos comunes, por lo que no es casualidad que la maternidad sea otro espacio de discordia dentro del feminismo. Ahora bien, no voy a ser yo quien se sume a cuestionar la maternidad de otras como lo han hecho conmigo, lo que sí pretendo, es desterrar ese mito de que las mujeres que decidimos no ser madres no hemos pensado seriamente sobre ello ni tenemos una opinión fundamentada; que no queramos ser madres no tiene que ver con un desconocimiento del tema, muy al contrario, tal como se pensaba desde el feminist standpoint, contar con un punto de vista no hegemónico nos enfrenta a problemas estructurales que la mayoría ignora.

La decisión de no ser madre conlleva un pensar la maternidad desde su realidad y no desde el deseo, pues el deseo conlleva una carga emocional que nos distancia de los problemas y magnifica los beneficios. No obstante, más allá de lo que esta decisión supone, creo que todas las mujeres compartimos ese anhelo de que la medicina deje de tratarnos como cuerpos gestantes y atienda de verdad la problemática que ha supuesto este desinterés hacia nuestra salud. No por casualidad he querido llamar a esto el problema del segundo cuerpo, primero porque siempre hemos sido el segundo sexo (BEAUVOIR, 1998), y después porque, al igual que en el problema de los tres cuerpos, tampoco tenemos demasiada idea de cómo se comporta este segundo cuerpo. Lo poco que sabemos tiene una orientación reproductiva marcada que carece de sentido para muchas de nosotras, por lo que, para llegar al problema que supone el desconocimiento, ha de entenderse éste como un producto de la presión, pues esta presión implica una imagen parcial y sesgada de la maternidad, que además rechaza los problemas femeninos fuera del binomio mujer-madre. No es que no sepamos nada acerca del cuerpo de las mujeres, es que ni siquiera sabemos qué es lo que desconocemos porque nunca hemos atendido a las mujeres como fin en sí mismas, sino solo como medios. Por todo ello, como no podía ser de otra manera, después de entender el peso que tiene la maternidad en la definición de la mujer, para entender la ignorancia de la que estamos hablando merece la pena hacer una revisión de todos aquellos avances que han ocurrido a pesar de los inconvenientes. Estos nos permitirán hacer una pequeña cartografía de lo lenta que trabaja la ciencia en cuanto a mujeres se refiere. Así pues, comprendida la influencia que puede ejercer la presión, no solo en nuestra visión del mundo, sino también en nuestra producción epistemológica y ética, la segunda parte pretende ser una pequeña recopilación de algunos estudios que poco a poco tratan de solventar esta injusticia hermenéutica deliberada en torno a la salud de las mujeres.

Bibliografía:

DE BEAUVOIR, SIMONE. (1998).  El segundo sexo. Volumen I. Los hechos y los mitos. Madrid: Ediciones Cátedra. Universitat de València-Instituto de la Mujer. 

FRICKER, Miranda. (2003) «Epistemic Injustice and A Role for Virtue in the Politics of Knowing». Metaphilosophy. Vol. 34. Nos. 1/2 

MEDINA, José. (2021). “Injusticia epistémica y activismo epistémico en las protestas sociales feministas”. Revista Latinoamericana de Filosofía Política. Vol. X. No. 8. pp. 227-250.

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Nerea Pin Portela

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