Defender el barrio, defender lo colectivo

Me siento a escribir sobre barrio y resistencia, y lo primero que se me viene a la mente, por lo reciente de su quingentésimo aniversario, es el Motín del Pendón Verde.  Un amotinamiento surgido de las entrañas del macareno barrio de la Feria, donde el hambre compartida unió a vecinas y vecinos de todas las costuras, bajo el signo de una banderola verde transida de lunas blancas, que perteneciera en su día al eternamente melancólico Boabdil. La bandera andalusí que fue arrebatada como humillación a las tropas del rey nazarí, servía ahora al motín como símbolo de la dignidad de los oprimidos. Poesía pura. Memoria. Resistencia.

Hoy somos más de pensar que eso de irse a los consistorios municipales a tirarles piedras y gargajos a los que no cumplen está feo. Que son cosas de bárbaros y que aquí estamos ya, gracias al cielo, evangelizados y civilizados. Ay, vecina… ¿Qué dignidad hay en morirse de hambre y pena por no armar jaleo? Efectivamente, ninguna. Nos consolamos con decir que somos «pobres pero honrás». Y una mierda. La honradez es un lujo cuando la olla está vacía. El cómputo de lágrimas y noches sin dormir con el que se paga ese lujo,  demasiado grande.

 Aun así, esa honradez es patrimonio de los desposeídos. Más aún de las desposeídas, todo hay que decirlo. De las que no entienden de estructuras horizontales ni verticales, ni de cargos, ni de siglas. Las que saben que la vida es muy sufrida cuando estás en un contexto que hemos venido a llamar deprimido, o las que luchan para que ni ellas ni los suyos lleguen a verse en él. Por mí y por mis compañeros. Enarbolando delantales a modo de pendones verdes.

¿Pero cómo gestionamos todo esto en medio de una crisis sanitaria y económica? ¿Cómo, estando como estamos enfangaítos hasta el cuello de capitalismo individualista? Porque ahí está la clave, en que el por mí y por mis compañeros se ha convertido en el sálvese quien pueda. Así todos competimos, nos lo curramos, tragamos con lo que sea, pisoteamos si hace falta, nos levantamos y acostamos empastillados, hacemos cola para recoger un paquete de garbanzos, nos conformamos. Lo sorprendente es que no hayamos reventado ya como un triquitrate.

Francisca Puente García, campesina granadina represaliada, se lamentaba a su vejez en una entrevista de esta guisa:

«¡Ay, madre mía! ¿Es que no había leyes para que pudiéramos defendernos? Como pasa y pasará mientras que el mundo sea mundo, no íbamos todos a una. Siempre los chaqueteros, los chaqueterillos…, que hace que nos dividamos y se rían de nosotros».

Ramos Espejo, A. (2010): Andaluzas, protagonistas a su pesar, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, pp. 382-391

¿Qué sentido tiene funcionar así? ¿De verdad no se pueden hacer las cosas una mijita mejor?

Precisamente Francisca consiguió sobrevivir durante la guerra, junto a muchas vecinas y vecinos, gracias a su indignación, que le llevó a juntar a las mujeres de su pueblo para defender su derecho a vivir justamente de la tierra que regaban con su sudor. «Lo que tenemos que hacer es lo que yo he dicho siempre: defender lo que tenemos a la vista». Es verdad que, por tener esos pensamientos y demandar justicia social en la época y clase que le tocó vivir, no lo tuvo fácil. Tampoco lo es ahora, como sucede siempre que se vaya a contracorriente. Pero ella salió adelante apoyada en la solidaridad mutua, de lo que nunca se arrepintió: «Pero, yo sigo pensando. Todos los días doy paseos por el patio de mi casa, entre las flores, y no pienso en otra cosa que no sea en la manera de que el mundo de los trabajadores, que hemos padecido tanto, salga adelante. Y veo que están cada vez más divididos; y yo que me desespero, y algunas veces se me viene a la cabeza que se podrá hacer la revolución en el mundo… Y si yo pudiera, haría lo posible para hacer ese milagro».

Date cuenta, vecina, de que no estamos hablando en ningún momento de grandes proyectos ni de política constitucional. Nos mantenemos en lo más bajo, incluso en los márgenes, porque es donde sucede la vida. Donde conocemos, transitamos y sufrimos los reveses de lo que los enchaquetaos dictan en papeles oficiales, que tan ajenos llegamos a creer que nos resultan. Pero qué va; eso es una mentira muy grande (y muy conveniente). Por eso todo lo que venga desde los bloques, los locales, los mercados y las casitas, es bienvenido. Esa es la política que nos hará libres. Porque sí, cuando te quejas en la cola de la carnicería con la vecina del segundo, exponiendo tus ideas sobre cómo mejorar el estado del barrio, estás haciendo política. Y que no venga nadie a decirte que eso no es importante. Todo lo enunciado por las que sustentan la vida lo es. No hay que estar estudiá pa eso.

Desde esta fuerza y pensamiento nacen las iniciativas vecinales, que ponen en valor la vida y buscan la mejora de todo lo que la condiciona. Para establecer diálogos, perseguir la justicia,  recuperar y mantener lo popular, y sobre todo para apretarles las tuercas a los que regulan el día a día de unas calles que sólo han frecuentado para figurar en la foto de campaña para el periódico. 

En Andalucía tenemos actualmente muchísimos ejemplos de estas formas de lucha y reivindicación política, que con momentos de mayor o menor apogeo, han sido elementos clave en el devenir de los barrios desde los últimos estertores de la Dictadura: la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, los Sindicatos de Inquilinas, los Colectivos y Asambleas contra la turistización de las ciudades (como son CACTUS o Calle Viva), las Asociaciones vecinales, feministas, de inmigrantes, o culturales, los Colectivos de Derechos Sociales, las redes, plataformas y colectivos vecinales como Barrios Hartos, La Levantera, La Medusa Colectiva, La Línea 3 No Se Toca,  FAVA Argar,  la Federación de Asociaciones Vecinales de Centros Históricos de Andalucía, Cal y Caña, o RAMUCA (que supuso un balón de oxígeno para muchas personas durante el pasado confinamiento), así como medios culturales e informativos independendientes y autogestionados, que se hacen eco de este tipo de movimientos, como El Topo Tabernario, La Poderío, El Salto Andalucía, Portal de Andalucía, SecretOlivo o La Voz del Sur.

A poco que indagues sobre el desarrollo de tu barrio (especialmente si hablamos de periferia urbana), seguramente descubrirás que los servicios públicos de los que dispone llegaron tras la lucha incansable de las vecinas y vecinos que lo habitaron antes que tú. Luchar por tener agua corriente, electricidad, semáforos, colegios, centros de salud, parques, centros cívicos, bibliotecas, polideportivos, centros de formación, línea de autobús, mercado, … El vitoreado progreso, en fin, no llega solo. Al progreso se le coge por la pechera y se le arrastra. Y cuidadito, que luego hay que mirar por mantenerlo. Que a la mínima de cambio te sale con la rentabilidad de las inversiones, y se va con la fiesta a otra parte.  De esto, como digo, saben mucho las vecinas, porque muchas veces son las que han venido haciendo más demanda de estos equipamientos, ya que entienden más que nadie de su importancia en el día a día. Es lo que tiene ser las que se dedican al sostenimiento de la vida.

Los barrios no son escenarios de cartón piedra, preparados para soportar el trasiego o el abandono derivado de los intereses especulativos de la alcaldía de turno. Los barrios son el lugar donde la vida se produce y reproduce, donde todo cobra sentido. Destruirlos, aislarlos, condicionarlos, llena los bolsillos de muy pocos y va en contra del interés general.

Por todo esto os digo, vecinas y vecinos, que os arrejuntéis. En asamblea, en asociación, en la cafetería, o en el banquito comiendo pipas. Como más os guste, pero juntas. No vayamos a seguir pensando que con las dificultades tenemos que apechugar solas, porque no. Ni mijita.

Grecia Mallorca

Grecia ha estudiado para ser «desenterraora» de objetos, huesos y memoria (o sea, arqueóloga, antropóloga física y forense, e intérprete del Patrimonio). Esto, unido a su sentir andalucista y feminista, se ve reflejado en los contenidos de su perfil en IG, no en vano titulado «Memoria y Yerbabuena«. En ella el sur, el género y la memoria lo impregnan todo..

Enlaces de interés:

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