Deseo femenino

Qué controvertido es cuestionar el origen del rol que desempeñan las mujeres en las relaciones sexuales heteronormativas. Es como aliñar una ensaladilla con mentiras, complacencia y manipulación.

Salir de lo establecido es un trabajo incómodo que nos sitúa fuera de la zona conocida, donde la ambigüedad e incertidumbre son los nuevos vecinos. Metafóricamente, es como navegar un río contra corriente, pocos se atreverán a embarcar este desafío, pero seguir río arriba se recompensa con la llegada al manantial. Allí reside la fuente que riega la vida y la calma para escucharte con claridad. Este arduo camino es la llamada del corazón, no el de la dormida multitud. 

Desde muy joven decidí cuestionar el rol generalizado que sometía a las mujeres en las prácticas sexuales, y sobre todo en el porno. Prácticas que se asemejaban más a violencia y al consumo de cuerpos sin escrúpulos, que a una relación sexual de consenso mutuo. Por fortuna en mi adolescencia, cuando más vulnerable e influenciable podía ser, jamás sentí la necesidad de consumir cine pornográfico, que en su gran mayoría refleja un trato misógino hacia las mujeres. Esta decisión fue el caldo de cultivo idóneo para que mis gustos sexuales florecieran en un contexto libre de manipulación, elegí practicar sexo desde mis necesidades más esenciales, sin prisa; me escuché por encima de todo, fue un camino lento, suave y consciente. 

Por desgracia el porno ha sido la escuela sexual de la mayoría de la sociedad, y no es de extrañar, que las mujeres hayamos interiorizado las necesidades sexuales masculinas como nuestras, esta industria comercializa y usa los cuerpos femeninos. El porno es un pilar fundamental de las estructuras patriarcales, todavía queda mucho por cuestionar para hacer cine sexual en igualdad, han conseguido reprogramar nuestra psique hasta el punto de creer que todo lo impuesto es lo normal. Esta situación ha creado una realidad de mujeres alejadas de sus necesidades eróticas, y complacientes en el sexo. Las elevadas estadísticas de anorgasmia en los encuentros heterosexuales hablan por sí solas, no necesitan ser barnizadas. Un alto índice de mujeres no llegan al orgasmo con los superfolladores, o tienen que masturbarse después del encuentro; parece ser que tras el sexo, no dan con la fruta del éxtasis compartido, no se corren y además lo habitual en el encuentro es acabar con la eyaculación masculina. No creo que la finalidad más importante sea llegar al orgasmo, disfrutar del camino es lo que hace que los orgasmos sean como tocar el cielo en la tierra, pero es inevitable tener orgasmos cuando hay un entendimiento entre la pareja y autoconocimiento del placer mutuo, a menos que haya problemas alternativos. 

En este último año he hecho círculos de mujeres donde compartimos nuestras experiencias, muchas mujeres deciden abrirse y contar sus historias. No somos conscientes de cuántas mujeres tienen una situación sexual con sus parejas, y encuentros casuales, de insatisfacción, y la necesidad de cumplir con el estereotipo impuesto a nivel físico, pero sobre todo con ser complacientes y no saber decir «basta, mi placer es igual de importante que el tuyo, escúchalo». Lo curioso es que muchos hombres no perciben esta insatisfacción por parte de ellas. Esta situación lleva a muchas mujeres a fingir orgasmos, construyendo así a hombres que solo están interesados en su propio placer, usando el cuerpo de la mujer como objeto de masturbación, perpetuando aún más este patrón sumiso y consumible de las mujeres. 

Podemos hacer culpables al patriarcado, a los hombres, al sistema y un sin fin de motivos más, pero realmente el cambio debemos de hacerlo nosotras, todo lo que nos sucede en cierta medida lo permitimos. Es de gran importancia saber diferenciar los hombres sanadores, de los perpetradores que alimentan el sistema patriarcal, esto forma parte del cambio, saber elegir. Y para volver a elegir relaciones sanadoras debemos escuchar nuestra intuición, esa virtud femenina que quedó enterrada para controlar nuestra naturaleza intrínseca.

Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semillas.

Tamara Wild

Creadora de círculo de mujeres, retiros femeninos y guardiana de los espacios sagrados de libertad.

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