Sororidad

Disney siempre nos lo ha dejado muy claro: las mujeres solo pueden ser enemigas

Empecemos con Blancanieves, una película en la que las dos únicas mujeres que aparecen son enemigas mortales. ¿Por qué? Porque la malvada reina, quiere ser la más guapa del reino, y una niña de 13-14 años se lo impide. Después en la Cenicienta, ya hay más personajes femeninos, cinco, y tres de ellas se dedican a hacerle la vida imposible a Cenicienta (a la que durante toda la película llamamos con el apodo que ellas mismas le pusieron para insultarla), ¿el motivo? La maldad y la envidia porque ella es más guapa. 

Cuando llegamos a La Sirenita, la villana, se presenta como una antagonista con ansias de poder, a la que la belleza le importa menos y nada (¡bravo por Úrsula!), sin embargo, el mejor recurso para Ariel es su belleza y su mayor aspiración el amor. Posteriormente dos películas en las que solo está la mujer protagonista: La Bella y la Bestia, y Pocahontas. Finalmente llegamos a Mulán, una película muy diferente a sus predecesoras, pero en la que la amistad y camaradería es… ¡Con un grupo de varones!

Llegadas a este punto, se hace evidente el patrón: las mujeres, o nos odiamos, o no tenemos ningún tipo de relación entre nosotras. Estas son las películas con las que crecieron las mujeres desde 1937 hasta 1998. No se estrenaron otras películas originales de princesas, es decir, protagonizadas por mujeres, hasta 2009 que se estrenará Tiana y el Sapo.

Esto es muy importante e ilustrador por una simple razón: esas han sido las referencias femeninas de la infancia de muchas de nosotras. Mujeres insulsas, sin aspiraciones más allá del amor, que para colmo tampoco tienen amigas. Entonces, debemos plantearnos: ¿Por qué exigimos sororidad a un montón de mujeres que jamás han visto relaciones sororas? ¿Cómo queremos que las mujeres sean sororas si no les explicamos lo que eso significa?

En palabras de Marcela Lagarde: 

“La sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y a la alianza existencial y política […] con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer”.

La sororidad es una herramienta política contra el patriarcado. Por tanto, lo que la Cenicienta y las hermanastras tendrían que haber hecho, es llamar al boicot del Príncipe y del baile en el que se las iba a exhibir como ganado. Eso hubiera sido lo verdaderamente sororo.

Sin embargo, ahora, en plena ola del feminismo, ya todas tenemos perfectamente clara la importancia de la sororidad ¿no? 

Desgraciadamente no, la realidad es que el patriarcado (con la ayuda del capitalismo) ha convertido la sororidad en un arma arrojadiza carente de significado. Hemos podido ver a mujeres defender que la sororidad es selectiva, y que se puede no ser sorora con tu “agresora”. Normalmente, esa sororidad es en realidad amistad, y la “agresión” que se le recrimina a la otra mujer, tiene algo que ver con un varón (suele ser su culpa). Así, culpamos de nuevo a las mujeres por los errores de los varones, y en lugar de llamarlas como antes “malas mujeres” ahora las llamamos “poco sororas”. Además, esta supuesta insororidad, se convierte en la excusa para vengarse o para alegrarse de que a esa mujer sufra violencia patriarcal.

A base de repetir el término de manera descontextualizada y excesiva (consumismo puro y duro) lo hemos sobrecargado de tantos significados que ya no significa nada. La sororidad no es amistad, ni solidaridad, ni amor. La sororidad, es una herramienta contra el sistema patriarcal, y es una herramienta interseccional. El concepto de la interseccionalidad implica que todas las mujeres (hembras humanas adultas) son sujetos de la lucha feminista y, por lo tanto, merecedoras de sororidad. 

Como hemos mencionado antes, el concepto de sororidad se ha convertido en un arma que designa quién es “buena” y quien es “mala”: las policías o las mujeres ricas no merecen sororidad porque oprimen a otras mujeres, y, sin embargo, los varones que se autoidentifican como mujeres, son los que más sororidad merecen porque son los más oprimidos. Expulsamos a mujeres, para incluir varones, y así, desintegramos absolutamente esta potente herramienta, a la vez que cumplimos el mandato patriarcal de: “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”.

Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, puede ser agredida sexualmente (si no lo ha sido ya) en cualquier momento. Puede ser la mujer más rica del planeta y que su padre haya maltratado a su madre toda su vida. O en cuanto al racismo, saber que hay una categoría pornográfica basada en hombres negros violando a mujeres blancas para vengarse del racismo que sufren. Que estas mujeres, puedan ser opresoras de otras en términos de racismo y clasismo, no invalida que sigan sufriendo la opresión sexista y la misoginia.

También aclarar que la sororidad, no es amor entre mujeres, por dos motivos: el primero, es que me parece una forma de denostar el lesbianismo y la lesbofobia. Si la sororidad es amor entre mujeres, ¿todas las mujeres podemos sufrir lesbofobia? La lesbofobia solo se aplica si mantienes relaciones sexuales con mujeres, ¿no afecta al plano afectivo? Esto último, además, me parece una forma muy pornográfica de entender las relaciones lésbicas. 

En segundo lugar, una mujer puede amar incondicionalmente a otra, y aún así, ser supremamente insorora.  A las mujeres, se nos educa para el amor incondicional, por ejemplo, hacia nuestras hijas y/o hacia nuestras madres, y, sin embargo, pese a todo ese amor, podemos estar siendo insororas con la mujeres a las que queremos. ¿Cuántas mujeres en el mundo no se aprovechan del mandato patriarcal que obliga a las abuelas a seguir siendo cuidadoras de sus nietas? ¿O cuantas madres en el mundo, han dejado que sus hijas sean sometidas a mutilación genital femenina? ¿Quiere esto decir que esas madres no quieren a sus hijas? Si la sororidad fuera amor entre mujeres, habría un sinfín de atrocidades en el mundo que no sucederían porque el amor entre mujeres ya existe. La sororidad es diferente del amor, es una acción política independiente de que ames o no a la otra mujer. Si el amor tuviera algo que ver con la sororidad, volveríamos a lo mencionado anteriormente, y no se concebiría jamás ser sorora, con una mujer que te cae mal, o que ha hecho algo en contra tuya, o que te oprime.

En conclusión, la sororidad en un mundo patriarcal, además de ser política, es sumamente difícil. La sororidad, debe estar en cada uno de tus pensamientos y tus actos. Debe estar presente en todas las relaciones que establezcas con mujeres en tu vida. La sororidad es la herramienta más potente contra el patriarcado. Si solo la mitad de las mujeres del mundo nos uniéramos, aplicáramos la sororidad, el patriarcado no podría sostenerse. 

Y eso es revolucionario.

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