Camila Luna
Me duele tanto leer cosas como que las feministas heterosexuales están condenadas a la maldición del pene…
Esa frase, que ya había escuchado anteriormente, la leí anoche entre los comentarios del artículo Lesbiana: ser o no ser, esa es la cuestión de Mayca García Luque.
Me pregunto cómo de importante es, para la identidad lésbica, el limitarla a ser una orientación sexual innata, restándole todo el potencial carácter político que tiene, como espacio de seguridad, salud y poder para que las mujeres se encuentren a sí mismas, y entre ellas.
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Desde tiempos mesopotámicos, las mujeres nos hemos desarrollado bajo el mandato patriarcal que dicta que, para tener seguridad y acercarnos al poder, el camino es mediante la relación sexo – afectiva con un hombre. Es decir. Las mujeres hemos sido adoctrinadas en que sólo merecíamos algo de respeto y podíamos tomar algún tipo de decisión, si un hombre mediaba por nosotras en dichos asuntos. El mandato patriarcal primigenio ha sido intercambiar nuestra sexualidad (limitada al sexo con fines reproductivos) por algún que otro supuesto privilegio. Pero esto es una falacia. La heterosexualidad no ha supuesto NINGÚN privilegio para las mujeres. Sin embargo, creo que las lesbianas feministas, pese a haber vivido rechazo, persecución, invisibilización (incluso hoy en día e, incluso, dentro del movimiento homosexual), SÍ se posicionan en un espacio privilegiado. Ellas experimentan los beneficios que aporta el negarles el acceso a los hombres. Por eso, hace algún tiempo les pedí que me enseñaran el secreto de esa alquimia de poder. Ellas, con toda la rabia de las mujeres condensada hasta el punto de explosión1, me enseñaron cómo hacerlo. Me enseñó Adrienne Rich, con su ensayo Heterosexualidad obligatoria y las mujeres desleales a la civilización. Me enseñó Sheilah Jeffreys, con su Herejía lesbiana. Me enseñaron las Radicalesbians con su manifiesto La mujer que se identifica con la mujer y su movimiento Amenaza lavanda. Y las lesbofeministas de Leeds con su panfleto Love your enemy? Me enseñó Kate Millet y su Política sexual. Me enseñó Marilyn Frie con sus reflexiones sobre separatismo y poder. Me enseñó Monique Wittig (pese a que ahora los queers se la quieran apropiar). Me enseñaron Susan Cavin, Lillian Faderman, Luz Sanfeliú, Carroll Smith-Rosenberg, Nancy
Chodorow, Kathleen Barry, Catherine MacKinnon … ¡Me enseñó hasta Beatriz Gimeno! Mujeres a las que he leído y cuyas enseñanzas son por las que considero que puedo opinar. Gigantas sobre cuyos hombros caminamos…
Creo que una gran discriminación que sufre el lesbianismo es la que realizan las propias lesbianas que argumentan en la línea del artículo de Mayca. Confundiendo la Sexualidad de las mujeres con el sexo. Limitando la Sexualidad de las mujeres al sexo. Impidiendo a las mujeres considerar el lesbianismo como el espacio más poderoso que puedan habitar. Apropiándose de un espacio que es de todas las mujeres, como si fuera algo exclusivo de unas pocas: las lesbianas de verdad, las lesbianas con carnet. La limitación del lesbianismo a la sexualidad, y de esta al sexo, es la manera que los hombres han tenido para reducir el lesbianismo a objeto sexual de sus fantasías masculinas. Y resulta que existen lesbianas (de las de verdad y con carnet), que utilizan el mismo argumento para defender la exclusividad del espacio y encima las que ofendemos somos las que intentamos sacar al lesbianismo de esa concepción patriarcal.
Como defensora del lesbianismo político, creo que lo verdaderamente fundamental en términos feministas es decir NO. Negar a los hombres el acceso a nuestros cuerpos. Esta es una decisión separatista y política por parte de las mujeres que debe venir acompañada de un espacio seguro y sanador, no mixto, en el que las mujeres podamos desintoxicarnos de los mandatos patriarcales, priorizando las relaciones entre nosotras. A ese espacio yo lo llamo lesbianismo. Me gustaría saber si debo inventarme un nuevo término para algo que creo que ya existe, porque se me acusa de apropiarme de algo que no me pertenece. Porque si se cierra el espacio lésbico, limitándolo a un modelo sexológico, se está creando una estructura informal y elitista que enturbia la posibilidad de cuestionamiento y análisis crítico de la institución de la heterosexualidad obligatoria. Por eso creo, que la estructura formal que debería vertebrar al feminismo es la afirmación de que Toda mujer puede ser lesbiana. Que dejemos de sentir miedo o inseguridad al plantearnos que nos encontramos en un espacio heterosexual por imposición patriarcal.
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Por otro lado, estoy bastante molesta con que se afirme tan a la ligera, desde posiciones supuestamente feministas, que una mujer no puede elegir lo que le atrae. Si no podemos cuestionarnos qué nos atrae, haciendo un análisis crítico de nuestra
sexualidad, entonces ¿se supone que una mujer debería seguir practicando BDSM porque eso es lo que le atrae? ¿No debería buscar maneras más saludables de mantener relaciones sexuales? Hablando en términos de sexualidad, el lesbianismo es la decisión más saludable que pueden tomar las mujeres. Y digo sexualidad refiriéndome a nuestra salud integral. Porque somos seres sexuales y la sexualidad es mucho más compleja y completa de lo que nos cuentan. Nuestras relaciones siempre implicarán nuestra sexualidad.
Otra cosa que me molesta es la comparativa que identifica la homosexualidad femenina con la masculina. Pero que otra mujer abra ese melón, por favor.
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Decir que el lesbianismo es “simplemente” homosexualidad femenina es arrancarle de cuajo todo su poder contra el patriarcado, su esencia revolucionaria. Yo creo que el lesbianismo es un espacio que nos pertenece por derecho a las mujeres. Y también creo que si las mujeres seguimos priorizando las relaciones heterosexuales no es solo por los mecanismos fuertes de inducción patriarcales. También es porque el lesbianismo no se está presentando como una opción viable para que las mujeres situadas en la heterosexualidad se sientan cómodas analizando el potencial del espacio lésbico, pues este está vetado al estricto contacto genital o a una estricta atracción sexual en unos términos ya formalizados por un modelo androcéntrico del deseo. Existen múltiples y complejos mecanismos patriarcales para inducir, sustentar, enseñar y favorecer la heterosexualidad. Eso no se puede deconstruir del día a la mañana y menos si no hay una representación mental de la posibilidad de una alternativa. Mi reivindicación es un espacio erótico de creatividad, salud y poder para las mujeres, que verdaderamente derribe los cimientos del sistema patriarcal. Un espacio seguro, libre, sanador ¡y político! como es el lesbianismo.
1 RadicalLesbians (1970), manifiesto La mujer que se identifica con la mujer. Ed. Ojo de Bruja, p.1.