La Trampa de la Separación de Bienes
En un mundo donde las parejas buscan relaciones igualitarias, la economía sigue siendo un campo desigual, especialmente en las relaciones entre hombres y mujeres. Aunque la separación de bienes promete autonomía financiera para ambos, la realidad es que muchas veces perpetúa un desequilibrio económico disfrazado de equidad.
¿Cómo? ¿Qué crees que esto no te afecta a ti? Quizás te suene que en algún momento hayáis compartido la hipoteca -cuando la propiedad está a su nombre-; que tu aportes la totalidad de tu salario porque coincide con la mitad de los gastos de la casa -pero a él sigue quedando un piquito mensual que le permite ahorrar-; que tú te reduzcas la jornada para poder conciliar y por ende cobres menos, etcétera etcétera.
Una brecha salarial persistente
En España, las mujeres ganan, de media, un 19,7% menos que los hombres, según los últimos datos del INE. Esta diferencia no solo afecta los ingresos inmediatos, sino también las pensiones futuras y el acceso a bienes. En muchos casos, el hombre, con mayor poder adquisitivo, sigue ejerciendo control indirecto sobre las finanzas del hogar.
Este desequilibrio se agrava cuando la pareja decide dividir las cargas económicas al 50%. Si bien parece justo, ignora que el esfuerzo requerido para llegar a la misma aportación financiera es mayor para la mujer debido a su menor salario. Además, según Eurostat, el 68% de las mujeres en España trabaja a tiempo parcial, principalmente por encargarse de responsabilidades familiares, lo que limita aún más sus ingresos.
La carga invisible de la crianza
A pesar de los avances sociales, las tareas de crianza siguen recayendo principalmente sobre las mujeres. Este trabajo, no remunerado pero esencial, consume tiempo y energía que podrían dedicarse al desarrollo profesional. De hecho, los datos revelan que las mujeres dedican 2,5 veces más tiempo que los hombres a las tareas domésticas y al cuidado de los hijos.
Esta disparidad impacta significativamente en el progreso laboral de las mujeres. Muchas se ven obligadas a renunciar o a reducir sus jornadas laborales, algo que difícilmente se tiene en cuenta al calcular aportaciones económicas dentro de la pareja. Además, en casos de divorcio, aunque el Código Civil reconoce el derecho a una pensión compensatoria en caso de separación de bienes, esta no es automática y depende de una solicitud específica y el libre arbitrio del juez/a. Solo un 12% de los divorcios con este régimen han conseguido este tipo de pensión.
La pensión compensatoria: ¿un salvavidas o una ilusión?
La pensión compensatoria busca equilibrar el impacto económico del divorcio para el cónyuge más afectado. Sin embargo, su concesión es cada vez menos común, especialmente en matrimonios de corta duración o donde ambos cónyuges tienen ingresos propios. Además, el sistema no considera plenamente las desigualdades previas al matrimonio, como el tiempo dedicado a la crianza o el sacrificio profesional para apoyar la carrera del otro cónyuge.
En España, el cálculo de la pensión se basa en múltiples factores, incluyendo la duración del matrimonio, la edad del solicitante y su capacidad para encontrar empleo. Sin embargo, no hay un baremo estandarizado, lo que lleva a que muchos casos sean infravalorados o desestimados.
Hacia una economía doméstica igualitaria
El concepto de igualdad en las relaciones no puede limitarse a una división formal de bienes o gastos. Es esencial que las parejas y la sociedad reconozcan el valor del trabajo doméstico y la crianza, así como la importancia de superar las barreras estructurales que perpetúan la desigualdad económica.
Asimismo, más allá del simple reconocimiento de estas desigualdades, es urgente un cambio en los sistemas de aportación económica en las parejas. Proponer un sistema que considere el trabajo no remunerado de la mujer es clave para una verdadera equidad; porque la realidad es que la carga recae sobre ella. Esto podría incluir la valoración del tiempo dedicado al hogar y la crianza en las decisiones económicas dentro de la pareja.
También sería crucial, si nos ponemos románticas, promover políticas laborales más inclusivas, que eliminen la brecha salarial, garanticen una mayor representación femenina en altos cargos y fomenten la conciliación laboral y familiar sin que ello penalice la carrera profesional de las mujeres. La verdadera igualdad económica solo será posible cuando las mujeres dejen de cargar con la mayor parte del trabajo no remunerado y, en su lugar, ambas partes asuman sus responsabilidades con equidad y justicia.
Así, la separación de bienes, lejos de ser una solución “moderna” para la independencia económica, debe ser cuestionada bajo la luz de estas disparidades. El reto está en construir un sistema que, más allá de compartir bienes, comparta las oportunidades y responsabilidades de manera justa, sin que una de las partes termine siempre más desprotegida que la otra.