Juicio y prejuicio de los legos o sobre porque escuchamos famosos cuando necesitamos expertos
Para las no conocedoras del término, legos hace referencia a las personas inexpertas y/o sin formación en algún área de conocimiento. Un término que se usa en el mundo académico para señalar un tipo de público que no tiene acceso conceptual a los textos más técnicos y complejos, y a quién hay que referirse usando simplificaciones, que muchas veces pueden dar la sensación de que el tema es más simple de lo que en realidad es. Así pues el término legos hace referencia a los ignorantes, y en principio, carece de connotaciones negativas, hasta que esta ignorancia se acaba volviendo ridícula. Y es que no hay otra manera de calificar a todos aquellos que hablan sin saber que absoluta y absurdamente ignorantes.
Esta semana las redes han estallado por las declaraciones absurdas y profundamente ignorantes de la actriz española Macarena Gómez y su pareja. Y digo absurdas y profundamente ignorantes porque los hechos hablan por sí solos en contra de sus palabras. Hace menos de una semana que TIME nombró Donald Trump hombre del año, un hombre que, recordemos, está acusado por delitos relacionados con agresiones sexuales y compra del silencio de las mujeres —además de otros cargos de conspiración y manejo indebido de documentos clasificados—. Por otro lado, esta misma semana ha terminado el juicio del caso Pelicot, con condenas irrisorias en algunos casos, siendo la mínima de 3 años, cuando, aún sin agravantes, todos estaban condenados por violar a una mujer bajo sumisión química. Dicho de otro modo, se ha condenado a cincuenta hombres por penetrar e invadir el cuerpo de una mujer que no podía articular respuesta alguna sin que ninguno de ellos advirtiera algún conflicto moral (o de algún tipo) respecto a que otro hombre ofreciera a su mujer drogada por diversión. Pero incluso podemos ir más allá, también a principios de mes han salido a la luz declaraciones del hijo mayor de Juana Rivas ratificando la violencia recibida por su padre durante años y expresando el miedo que siente por su hermano, aún menor de edad y bajo la custodia del mismo padre maltratador. La justicia falló para Juana entonces —negando la versión de una víctima y permitiendo que un maltratador siguiera violentando a sus propios hijos con el beneplácito del Estado— y sigue fallando ahora, cuando vemos que ni siquiera la población de a píe es ya capaz de reconocer, ya no la profundidad del problema, sino que haya problema alguno.
Ni siquiera me ha hecho falta mencionar las 4 mujeres asesinadas en el último mes, o cualquiera de las 90 a las que distintos hombres arrebataron la vida en lo que llevamos de año para saber que la justicia no funciona para las mujeres. Ni siquiera estamos hablando de que todos estos asesinatos nos importen tan poco que veamos hasta normal que en nuestras sociedades los ciudadanos varones, por lo que sea, cada poco agredan y maten a una mujer sin que eso implique ningún cuestionamiento de una sociedad que ha visto crecer a miles de asesinos. Pero sobre todo, lo que me molesta profundamente es que alguien sea capaz de llamar “caza de brujas” a algo que forma parte de la lucha de las mujeres por ser escuchadas en un mundo que les da constantemente la espalda. Entre otras cosas porque la caza de brujas fue una realidad. Más en concreto, una realidad que se dio entre los siglos XVI y XVII en Europa en la que efectivamente Iglesia y Estado se apoyaron para acometer un genocidio contra todas las mujeres que se negaran a cooperar del nuevo orden mundial instaurado por la Modernidad (Federici, 2004). Así pues, merece la pena recordar que esto a lo que llamamos “caza de brujas” fue eso y nada más, y por supuesto no es ni comparable con cualquier difamación que se pudiera acometer contra ningún hombre. Entre otras cosas porque tampoco hay que ser muy espabilado para darse cuenta de que los efectos en la carrera de los hombres muchas veces son ridículos, sino ¿por qué Chris Brown pudo seguir en la música después de la paliza a Rihanna? ¿por qué Dani Alves está en libertad bajo fianza cuando se sabe que violó a una mujer? No hace falta pararse a pensar mucho como para darse cuenta de que solo alguien sin conocimiento puede llamar caza de brujas contra los hombres a lo que no es más que una reclamación abierta contra los crímenes cometidos, que no han sido pocos, sino que de hecho son los suficientes como para sentir rechazo. En muchos sentidos es más práctico negarlo, sobre todo para alguien a quien esos mismos hombres que creen que las mujeres les están amargando la vida, posiblemente le estén dando trabajo.
El problema de los legos no es su ignorancia, es su ceguera; es que no saben que no saben, y como no se han interesado por saberlo, no saben que les afecta. Por eso mismo merece la pena recalcar que no todas las mujeres son feministas, y por tanto, tampoco tienen ninguna legitimidad para hablar sobre ello. Pero esto no sucede solo con el feminismo: es una máxima imperante en nuestra vida. Nadie dejaría que lo operara un cirujano con mucha convicción pero sin conocimientos, entonces no sé porque dejamos que la gente opine sobre algo que no conoce, y más que lo haga con esa convicción. Con esto no me refiero solo a Aldo Comas y Macarena Gómez, hablo de una tendencia, cada vez más operativa en las redes, de permitir que personas inexpertas compartan información falsa sin ningún tipo de verificación ni coherencia. El motivo que tienen dos personajes mediáticos para hablar de más sobre cosas que no deberían es tanto su ego, como su conveniencia. Los motivos que tenemos nosotras para no escucharlos son muchos, y los nuestros están basados en hechos. Por mucho que esta gente se crea que tiene algún tipo de autoridad ética o epistémica sobre algo sobre lo que de facto no sabe nada, la censura nunca fue un motivo legitimo para acallar a la razón. Y me refiero por supuesto a la censura de nuestros testimonios. Emitidos por el canal que sean, hablados o escritos, yo, como cualquier feminista, preferiré siempre equivocarme y creer a una loca, que creer lo que cualquier maltratador, violador o putero pudiera decir para eximir la culpa, entre otras cosas porque la estadística nos da la razón a las feministas.
Ahora bien, más allá de esto, deberíamos comenzar a exigir responsabilidades tanto a políticos como a personajes mediáticos por lo dicho. En el ámbito público, la libertad de palabra de personas con influencia social debería limitarse estrictamente a aquello que conocen, y asimismo lo dicho debería ser señalado y corregido en caso de que sea necesario. De no ser así estamos asistiendo al adoctrinamiento y desinformación de la sociedad, y construyendo el juicio común en torno a mentiras y posverdades. O lo que es lo mismo, estamos negando los hechos para construir relatos falsos sobre los que luego discutir. En cambio, lo que cualquiera espera de cualquier profesional en su campo es que esté dispuesto a exponerse a los hechos, equivocarse y rectificar, porque entiende que sino no habría ningún tipo de avance en el conocimiento que posee. Sin embargo, lo único que podemos esperar de alguien profundamente ignorante es la arrogancia y las pataletas típicas de un ego dañado que se niega a reconocer la realidad que tiene delante. No podemos culparlos, a cualquiera nos gustaría que la justicia funcionara, pero hasta entonces ¿de qué le sirve a una actriz lanzar piedras contra su propio tejado y darse cuenta de que el mundo del espectáculo está plagado de hombres misóginos si eso la condenaría al ostracismo? Hay que empezar a pensar que no todo el mundo posee la formación necesaria para pasar de lo simple a lo complejo, y más cuando hablamos del mundo mediático, pues escuchar a estrellas, influencers o demagogos varios como si fueran figuras de autoridad al final lo que genera es un debate en donde se pierde el verdadero problema. Esta gente se lleva el protagonismo que deberían seguir teniendo la cantidad de testimonios que se han recopilado, y que nos hablan de todo lo que se te puede perdonar cuando eres famoso. Si lo que ha pasado en Granada es falso estaríamos hablando de una de las mayores organizaciones femeninas en España enfrentadas contra unos personajes muy concretos, algo digno de estudio y que a todas las expertas y expertos nos encantaría estudiar si fuera el caso. Hasta entonces, y como añadido a todo esto, creo que flaco favor les hacen a los hombres buenos tratándonos de hacer creer que no se pueden distinguir de la escoria. A todos ellos les influye tener conocidos que no saben reconocer a una mujer como sujeto, porque eso quiere decir que tampoco van a tener muchos miramientos para minusvalorar a otro ser humano si la ocasión lo requiere. Todos ellos también necesitan las mismas herramientas para nombrar su descontento en las relaciones con otros hombres, las diferencias que encuentran entre ellos y lo que les parece inaceptable o molesto. Nos quieren hacer pensar que solo somos nosotras las únicas que vemos el problema, pero mientras tanto, los estudios hablan de que la masculinidad es más culpable de esos suicidios de los hombres que tanto les preocupan que cualquier mujer (Vv. Aa. , 2014: 474-477). A no ser que contemos con que a esa mujer la haya matado antes, porque en ese caso sí, hay una elevada cifra de suicidios masculinos cometidos tras haber matado a una mujer, a veces con sus hijos, a veces con cualquier otra persona que estuviera por medio. Nos quieren hacer pensar que somos las feministas las que no sabemos reconocer los límites, pero al final parece que son los legos los que no son capaces de conocer las implicaciones de sus palabras. No obstante, esto no quiere decir que esté mal ser un ignorante, lo que te hace un ridículo es blasfemar sobre los hechos.