La igualdad se aprende en familia (I)

La igualdad entre mujeres y hombres es una cuestión de derechos humanos, una condición de justicia social. Debemos entender la igualdad de oportunidades como una cuestión básica, indispensable y fundamental para la convivencia entre las personas, para el desarrollo y la paz. La igualdad es una situación social en la que todas las personas tienen las mismas oportunidades y derechos, necesaria para el desarrollo de una democracia real y justa.

En este punto estaremos de acuerdo la mayoría. Porque ¡ay, amiga! si indagamos un poco la realidad, lo que pasa en tu casa y en la mía, en nuestros barrios, en la oficina de tu cuñado, o en el cole de mis sobrinos, ahí las cosas no parecen tan bonitas e idílicas. 

Vamos a ir paso a paso entendiendo primero algunos conceptos para llegar a entender cómo es de importante educar en igualdad en casa, en la familia, para que nuestras hijas e hijos aprendan como algo básico y natural, que hombres y mujeres tenemos derecho a las mismas oportunidades, representación, respeto y visibilidad en el mundo.

Empecemos por el feminismo. El feminismo es un movimiento social y político que se inicia formalmente a finales del siglo XVIII y que supone, primero, la toma de conciencia de las mujeres de la opresión de que han sido objeto a lo largo de casi toda la historia de la civilización humana y, después, la consiguiente acción por la liberación y el empoderamiento de las mujeres para conseguir los mismos derechos y oportunidades de que gozan los hombres. Esta es la razón por la que el producto del feminismo es la igualdad entre los sexos.

El siguiente paso es entender el sistema sexo-género. La palabra género define un concepto social que “se refiere a los papeles sociales construidos para la mujer y el hombre asentados en base a su sexo». Del género forman parte los estereotipos y los roles de género, por ejemplo. Luego los vemos. El sexo en cambio se refiere a las diferencias biológicas diferenciales que existen entre mujeres y hombres. Estas diferencias biológicas se dan a varios niveles, la primera en aparecer es la diferencia cromosómica, pero también hay diferencias hormonales, de los órganos sexuales, en el peso, la altura o las masas ósea y muscular, y algunas más.

A modo de resumen, con el sexo se nace, es algo natural, no se puede cambiar y se presenta en unas diferencias fisiológicas. En cambio el género es algo sociocultural, que se aprende, puede cambiar, podemos decidir no obedecer sus reglas, y lo que produce son unas relaciones desiguales. ¿Qué tal un ejemplo? Que las mujeres puedan parir depende del sexo, y creer que las mujeres cuidan mejor del bebé que los hombres, corresponde al género.

Como he comentado antes, el género se representa en nuestra vida a través de los estereotipos y los roles de género. Vamos a ver qué son. La sociedad asigna a hombres y mujeres un conjunto de cualidades y características psicológicas y físicas. Son los llamados estereotipos de género. Estos estereotipos o ideas preconcebidas influyen en las posibilidades de acceso al  mercado laboral que unos y otras tenemos, en cómo nos perciben y nos tratan los demás, en cómo aceptamos y respetamos nuestros cuerpos, además de muchas otras cosas que nos afectan a nuestra vida diaria, a nuestros sueños o a nuestra salud. Los estereotipos hacen que las personas tengamos comportamientos considerados propios de hombres o de mujeres, por el hecho de tener asignado uno u otro sexo, ya que desde muy temprana edad, a veces incluso antes de nacer, se espera de cada persona uno u otro comportamiento. Es lo que llamamos roles de género que, por ejemplo, nos hace ver como algo sorprendente, que los hombres cojan una excedencia para cuidar a su criatura en vez de que lo haga la mujer.

La socialización es el proceso por el que las personas aprenden a interiorizar las normas y los valores de la sociedad en la que se desenvuelve. La socialización de género es por lo tanto, el proceso por el que mujeres y hombres aprendemos e interiorizamos como propios los estereotipos y roles que se presupone que corresponden a nuestro sexo. Así, dependiendo de cómo se desarrolle dicho proceso, cada persona tenderá a mostrar una serie de preferencias, costumbres… y por lo tanto, un patrón de comportamiento y conducta propio. 

Así observamos los siguientes estereotipos sexistas más frecuentes según el sexo:

  • Chicas: espontaneidad, ternura, sumisión, debilidad física, intuición, adaptación a los demás, superficialidad, pasividad, volubilidad, modestia, comprensión.
  • Chicos: inteligencia, autoridad, dinamismo, atrevimiento, agresividad, osadía, organización, profundidad, espíritu emprendedor, dominio, inconformismo, tenacidad.

Los principales agentes de socialización de género son la familia, la escuela, la relación con los iguales y los medios de comunicación. Así que la transmisión del sexismo se produce de una forma inconsciente la mayoría de las veces a través de estos agentes de socialización y las personas acabamos repitiendo los estereotipos de unas generaciones a otras como algo natural. Pero en realidad podemos esforzarnos por conseguir una educación familiar no marcada por los roles de género si nos preocupamos por entender dónde se encuentran esos sesgos sexistas, los identificamos y los corregimos.

Y aquí llegamos al quid de la cuestión: la importancia de educar en igualdad. Pero un apunte aclaratorio más antes de avanzar. Vamos a ver la diferencia entre coeducar y educar en igualdad. 

Coeducar es “enseñar en una misma aula y con un mismo sistema educativo a alumnos de uno y otro sexo”. Es por lo que se luchó durante años cuando a las niñas no se les permitía estudiar primero, y se les enseñaban materias diferentes, después. Entonces era muy necesario que niñas y niños obtuvieran la misma formación, o al ser personas adultas no podrían obtener los mismos derechos y oportunidades. Tras siglos de reivindicaciones hoy en día la enseñanza formal responde en su mayoría, y en el contexto social en el que vinimos, a este concepto de educación. Salvo algunas excepciones, en la mayoría de colegios españoles, niñas y niños reciben el mismo currículo educativo, juntos en las mismas aulas. Sin embargo, esta educación que reciben sigue creando diferencias entre unas y otros, y estas son algunas de las razones por las que esto ocurre: 

• El profesorado sigue estando poco sensibilizado sobre la existencia de desigualdad, y se cree falsamente que la igualdad efectiva ya se ha alcanzado. 

• Persiste el uso sexista del lenguaje oral y escrito.

• Presencia de estereotipos de género en las prácticas pedagógicas.

• Invisibilidad de las mujeres en el conocimiento científico. 

Pero cuando hablamos de educar en igualdad nos referimos a una educación no sexista, una educación que traslada las teorías coeducativas a las vivencias del día a día. El principal objetivo es garantizar la igualdad de oportunidades para las alumnas y los alumnos, con el fin de hacer posible que todas las personas puedan desarrollar sus aptitudes. Y para conseguirlo vamos a tener que hacer algo más que juntar en una misma aula a niños y niñas. Vamos a tener que cuestionarnos la forma de enseñar, el lenguaje que empleamos, las temáticas, los referentes, el uso diferencial de los espacios y del tiempo… Vamos a tener que cuestionarnos hasta a nosotras mismas. 

Y así llegamos al meollo del asunto, educar en igualdad en familia. ¿Por qué es necesario educar en igualdad desde casa? La familia es el primer agente de socialización de los niños y las niñas. De la familia obtienen sus primeras y principales referencias para construir su personalidad y fijar sus valores. ¿No te parece importante? A mí desde luego me parece fundamental la formación de las familias para conseguir que tomen conciencia de los estereotipos sexistas que rodean nuestro entorno y los eliminemos de la educación de nuestros hijos e hijas.

Y si aún así aún no te has convencido de la situación actual de las desigualdades entre hombres y mujeres, vamos a enumerar sólo unos poquitos ejemplos: 

  • Falta de referentes mujeres en los libros de texto
  • Desiguales usos del espacio educativo
  • Reparto desigual de las tareas del hogar y de cuidados
  • Falta de corresponsabilidad en la familia
  • Contenido sexista en dibujos, películas, videojuegos, música
  • Estereotipos sexistas
  • Violencias contra las mujeres y niñas

Mientras que la educación continuamente se debate tanto a nivel político como a nivel social, y se concluyen en forma de leyes y proyectos educativos, la educación familiar permanece más o menos oculta y autorregulada en la intimidad de los hogares, perteneciendo al ámbito de lo privado. Aún así, la observación de la vida diaria nos permite darnos cuenta del “nivel coeducativo” de las familias y de la necesidad de más formación en igualdad para madres y padres que sin duda tienen una responsabilidad enorme en la construcción del futuro de nuestras comunidades. 

En la segunda parte de este artículo veremos qué podemos hacer las familias desde casa para educar en igualdad a nuestras criaturas, qué necesitamos cuestionarnos y aprender para construir una familia igualitaria, y de qué recursos podemos disponer para avanzar hacia esa sociedad justa e igualitaria, y feminista, qué queremos.

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