La verdad sea dicha

La verdad sea dicha, estamos hartas. Las personas de Cádiz, de toda la provincia, y estoy segura que de lugares parecidos a este también, estamos hartas. Sí. 

Las personas de esta provincia tenemos que contentarnos con trabajar los meses de “buen tiempo”, “cuando viene el turista”, y el resto cobrar alguna prestación si se puede. Los empleos varían desde camareras, empleadas del hogar, limpiadoras, mantenimientos, recepcionistas, RRPP que reparte flyers, o con mucha suerte, montar tu propia empresa que genere ingresos al sector servicios. Que traducido quiere decir que nuestro “motor” económico resulta ser el servilismo. Más si cabe que en el resto de Andalucía y España, no nos engañemos. 

Aquí hay espacio para toda la diversidad, sí si… 

Hay espacio para chalets de construcción ilegal para políticos y toda esa calaña, lo hay para puertos pesqueros llenos de embarcaciones de recreo que distan mucho de lo no desmesurado, y que, por supuesto la mayoría no son de personas de aquí, a veces ni siquiera de Andalucía, y a veces ni siquiera de España. Hay hueco para las personas que “se sienten” de aquí porque desgraciadamente Antonio Burgos, copiando a los mexicanos, decidió un buen día decir que “el gaditano nace donde le da gana”, gracias a lo cual, y más perlitas del señor, el paseo de la playa de La Caleta, la que puede ser más emblemática de la ciudad de Cádiz, reza en el callejero como “Paseo de Antonio Burgos”. Todavía nos caben los turismos de la mala educación, donde las personas que creen comprar un trozo de la provincia de Cádiz por una cantidad de tiempo determinado y que están realmente comprando el tiempo de sus propias vidas, nos exigen el más soez de los sometimientos al compás del chasquido de sus dedos mientras te piden la cervecita. Nos entró también en su momento el secado artificial de la laguna de la Janda, donde aparecieron los restos del primer ser humano de Europa, sin saber nosotras nada de esto, y sin preguntarnos nada ninguna entidad política al frente en aquel momento. Nos cae bien también, porque no tenemos más remedio, que encima de todo esto nos llamen vagos, caraduras, maleantes, y sobre todo lo que más ocurre precisamente en la zona donde me crié, Barbate, es que se atreven a usarnos de foco mediático para decir que, por ahí, y por ningún otro sitio más, es por donde entra la droga en España. 

Se supone socialmente, en la mayor parte de la Península, que todo eso nos ha de encantar, y que nos encanta porque total, a nosotras no nos importa nada, solo vaguear, y cobrar “paguitas”. Supongo entonces que por esto supondrán que a las andaluzas no nos supone nada no tener la representación correspondiente en Madrid, como el resto de autonomías Españolas. Y me atrevo a suponer que por ello suponen las personas de otros sitios de Andalucía no costeros que a nosotras, las personas de Cádiz, o a las Onubenses en este caso también, no nos supone nada oír pretextos como: “esta es mi playa”, “yo soy de aquí pero también de Cádiz”, o,  que siendo tú mujer te digan “qué pasa pisha”, con la correspondiente sorna, y la absurda equivocación de pensar que en Cádiz a las mujeres se las designa también por el genital masculino y no el femenino. La suma de todos estos supuestos es igual a clasismo barato, clasismo de veinte duros antiguos y la vuelta, clasismo de la propia gente que ya sufre clasismo de otras personas. 

Pues nosotras somos las sures más sures, las que sufrimos el clasismo del clasismo y estamos hartas. 

Yo lo llamo “clasismo interobrero” porque puestas a inventarnos conceptos yo no me pienso quedar atrás. 

No me pienso quedar callada mientras un sujeto de Extremadura, Jaén o Sevilla se ríe de como hablo, vivo o pienso sobre la existencia, porque le resulte extraño el hecho de esta revulsiva anarquía marítima. 

El gaditano, o la gaditana no nace donde le da la gana, y estoy segura de que muchas personas de la provincia si hubiesen podido elegir hubiesen elegido nacer entre paños de otras castas en distintos códigos postales, hasta puede que, con distintas lenguas, aun sabiendo todo lo bueno que puede aportarte Cádiz. Porque ser de Cádiz es eso, es la humedad, es la enfermedad, es el índice ingente de paro, es la precariedad, es las casas lloviendo plagas de cucarachas porque las vigas son de 1920, o el puntal que sostiene en la escalera la habitación de mi vecino. Cádiz no es “la alegría”, “la playita” o “los conciertos” todo el rato, Cádiz, y ser de Cádiz es sobre todo el método. El método en el que la persona de Cádiz sobrevive al hecho mismo de haber nacido en Cádiz, el método de la alegría, del arte y como digo anteriormente, la revulsiva anarquía impregnada en cada habitante de esta provincia, ese es nuestro método de supervivencia. Si hay que comer menos y tener menos ropa, nos reiremos más. Si no tenemos para pagar una fiesta nos la cantamos. Si no hay espacio nos acoplamos y si nos barren, nos aferramos. 

Así que no flipéis, estamos hartos.

NOTA: *Hay muchas realidades aplicables a otras zonas concretas de Andalucía, y en ocasiones a toda Andalucía. 

NOTA2: *No hay problemas con ningún turista, habitante no gaditano de Cádiz o gente que simplemente venga aleatoriamente, pero hay cosas que son precisas recordar.

Un comentario

  1. Verdades como puños Sara, totalmente de acuerdo, tengo una muy buena amiga en La Línea, a los que llaman piojosos, y es de lo mejor que me ha pasado en la vida. Un abrazo sororo
    Bel

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