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Las mujeres no queremos igualdad

“Queréis igualdad, pero ¿dónde están las mujeres en [inserte aquí su gremio masculinizado favorito]?” One more time, como dice la canción, los mismos argumentos casposos. Lo peor de todo es que a ti, cuando se te infla la vena (por no decir otra cosa), de escuchar tantísima barbaridad, lo que te pasa es que te entra el nervio, tartamudeas llena de ira, y no te sale justificar dónde están las mujeres en la mina. No te preocupes, que a lo largo de este artículo yo te voy a explicar qué pasa con el sector femenino y las profesiones “de hombres”, pero lo primerito que quiero que tengas claro es que no hay mejor rebate que afirmar rotundamente que las mujeres NO queremos igualdad. Y ya está, un KO en menos de un segundo. Seguramente, a continuación, el cuñado de turno sea el que se ponga nervioso y balbuceando te llame algo así como “hembrista” o “feminazi”, pero bueno para eso ya estamos más que preparadas, o como mínimo, acostumbradas.

¿Es verdad que no hay mujeres en el sector de la construcción, por ejemplo? Pues no, no es verdad, pero la realidad es que son muy pocas, y creo que es bastante fácil reflexionar sobre el porqué. Lo primero, como me decía una compa, es la falta de referentes femeninos en este tipo de profesiones, siempre hablamos de socialización y a la hora de elegir la manera de ganarnos la vida también entra en juego nuestra educación, por eso hay más mujeres en los sectores de cuidados o de enseñanza. 

El señoro del otro día me decía que si tú tienes ganas de trabajar y te presentas en una cuadrilla te van a coger y te van a formar, pero que es más fácil pasear libros o estar en “casita”, CLARO QUE SI MANOLO. Lo primero es que hay que tener unos ovarios muy grandes para meterte en un trabajo donde vas a estar rodeada de testosterona, enfrentándote a comentarios y actitudes machistas, teniendo que demostrar el doble constantemente y sintiéndolo mucho por quien se pueda ofender, enfrentándote al riesgo de sufrir abusos sexuales. Que sí, que #notallmen, pero si hacemos una búsqueda rápida de mujeres que han roto la barrera de los gremios masculinizados nos encontramos con noticias como que en los últimos siete años se han presentado 219 denuncias por acoso sexual en las fuerzas armadas, o aquella empleada de Iveco que se suicidó después de que se hiciera viral un vídeo con contenido sexual o las seis jornaleras de Murcia que denunciaron a su jefe por abusos sexuales, y la lista, desgraciadamente, es interminable, y aunque en las profesiones donde hay más mujeres no estamos exentas de ese peligro, las probabilidades se reducen. 

Por otro lado me parece que echarle en cara a las mujeres que prefieran estudiar a realizar trabajos de un gran desgaste físico es tremendamente absurdo, puede que sea porque durante siglos nos negaron la posibilidad de pisar las universidades, o simplemente sea porque tenemos más ambiciones (jiji), sea por lo que sea, ellos también pueden estudiar, de hecho han podido hacerlo desde hace más tiempo y con mayor facilidad, así que no es mi culpa que decidan ser albañiles, profesión muy digna, por cierto, pero que siempre sale a coalición en estos debates misóginos. 

Si estar “en casita” es algo tan deseable y guay, ¿por qué hay tan poquitos hombres dedicándose a los cuidados? ¿Por qué la mayor parte de las reducciones de jornada son de las mujeres? Ah vale, se me olvidaba, es que según este esperpento, nosotras lo elegimos. Lo del mito de la libre elección ya, si eso, para otro día. Elegimos dejar de lado nuestra carrera profesional para criar a nuestras criaturas, por supuesto, elegimos empobrecernos, elegimos dejar de tener identidad propia para ser exclusivamente madres y esposas, elegimos tener doble jornada laboral, una de ellas, la doméstica, invisibilizada y gratuita, elegimos llevar la carga mental. Las mujeres llevamos siglos eligiendo estar por debajo, ser inferiores, débiles, frágiles, elegimos hasta no poder envejecer con dignidad. Elegimos los tacones gigantes que deforman nuestros pies, quitarnos todo el vello del cuerpo, pasar miedo por la noche y cuando vamos a correr porque ¿quién nos manda sentirnos libres? Elegimos quedarnos en una relación de maltrato, y hasta elegimos prostituirnos porque es el “dinero fácil” y todo, por supuesto, por devoción absoluta a la feminidad, y sin que tenga nada que ver lo que llevamos mamando años.Qué curioso que lo que las mujeres elegimos tan libremente sea siempre en detrimento de nuestra propia persona.

Mira Paco, te voy a decir la verdad, nosotras no queremos igualdad, pero es que, bajo ningún concepto, ¿igualdad a quién exactamente, y por qué? ¿Dónde está escrito que el estándar deseable es el masculino? En serio, me parece tremendamente peligroso que hayamos comprado el discurso de que el feminismo es igualdad. Creo que en parte es porque al final  esto produce mucha tranquilidad en los hombres, y no supone ningún desafío en el status quo. Que las mujeres lleguemos al escalón donde ellos se encuentran, literalmente no les afecta en nada, porque seamos honestas, no es que ellos bajen un peldaño y nosotras subamos otro, no, no, ¡qué va! Es que las mujeres estamos con la lengua fuera, intentando subir la escalera hasta arriba para por fin poder compararnos con el modelo a seguir. Y mientras que ellos nacieron en esa posición, a nosotras se nos exige subir con una mochila tremenda en la espalda. Por lo que sinceramente me parece que la igualdad es la mayor estafa de los últimos tiempos; y es que, resulta que la igualdad significa el acceso de las mujeres al mercado laboral, sin que los hombres se hayan incorporado a su vez al ámbito doméstico, lo que supone que nosotras tenemos el doble de trabajo que antes, y aparte le sumamos el deporte, la meditación, la terapia, la crianza respetuosa, la healty food y etc etc. Por lo que definitivamente no, no creo que este sea el camino adecuado.

Yo no quiero ser parte de un sistema ideado por y para los hombres, me da exactamente igual que las mujeres puedan trabajar en una mina, lo que verdaderamente deseo es que los hombres se tiren al fango, centralizar los cuidados, que las jornadas laborales sean compatibles con la infancia; adaptar la sociedad para fomentar la igualdad entre hombres y mujeres pasa por aceptar sus diferencias, aunque parezca contradictorio. Ya que hablamos de gremios masculinizados, sería ideal adaptar los puestos a la fisiología femenina, por ejemplo, otra compa me contaba que trabaja en una fábrica, donde la mayoría de trabajadoras son mujeres, pues lo han adaptado todo, pesos, alturas, grúas, eso ha supuesto una mejora en el desarrollo del trabajo y en la producción de la fábrica. Y podríamos seguir con las bajas por maternidad, ¿cómo es posible que en los últimos años haya subido exponencialmente la baja de los hombres y la de las mujeres que somos las que parimos esté congelada desde 1989? Una vez más la trampa de la igualdad haciendo de las suyas. Como veis, hace tiempo que me decanté por el feminismo de la diferencia, que trata un poco de esto a grosso modo. Así que la próxima vez que algún cuñado tenga la osadía de mencionarme la igualdad, simplemente contestaré “¿y a ti quién narices te ha dicho que yo quiero ser igual que tú?” Piénsalo, ¿por qué no perseguimos el sueño de que ellos se parezcan un poco más a nosotras? Que desarrollen virtudes tan femeninas como la empatía o la sensibilidad, que de una vez sean ellos los que ponen el cuidado de sus criaturas o de sus familiares dependientes en el centro, que planten cara a las machistadas de sus compadres. En mi utopía feminista, las mujeres volveremos a construir las bases del sistema, adaptándolo todo a nuestros ritmos, subiendo los escalones a la misma vez que los hombres sin que estos tengan ventaja, sin mochilas, teniendo en cuenta que nuestro ascenso quizás no siempre sea lineal, parando cuando se necesite. Entonces, y solo entonces, podremos hablar de igualdad.

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Anyta Belle

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