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Violencia obstétrica

La Violencia obstétrica (en adelante, V.O.) se ha definido como una forma de violencia institucional, estructural y simbólica que perpetúa la desigualdad entre hombres y mujeres. Puede experimentarse a lo largo de todo el ciclo reproductivo, y se relaciona con el patriarcado, el capitalismo, y la apropiación del cuerpo de la mujer.

Algunos ejemplos de VO son maltrato físico (bofetadas, empujones, pellizcos), maltrato verbal (gritos, regaños, burlas o humillaciones), negación del derecho al acompañamiento continuo por la persona que ella elija, que se le realicen intervenciones sin su consentimiento, (o con un consentimiento obtenido tras coacción), que se abuse de la medicalización (cesáreas, inducciones del parto, o episiotomías innecesarias), someterla a prohibiciones sólo basadas en rutinas (impedirle comer, beber, o moverse durante su parto), obligarla a parir en litotomía (acostada, con las piernas en alto), o separarla innecesariamente de su bebé tras el nacimiento, entre otros.

Este tipo de violencia está normalizada y es invisibilizada, al darse a todas horas, en todos los países del mundo. Según Naciones Unidas, es una violencia que se produce en un contexto más amplio de desigualdad estructural, discriminación y patriarcado, y es el resultado de la falta de educación al personal sanitario, en el respeto a la igualdad de la mujer y sus derechos humanos. 

Un posible factor perpetuador de la VO es el modelo médico hegemónico que se aplica generalizadamente en la obstetricia, y que considera el embarazo y el parto como situaciones de riesgo. Este modelo trae consigo un abuso de la medicalización, que para la mayoría del personal sanitario proporciona una sensación de control (falsa, por cierto), sobre un proceso fisiológico involuntario. Cada vez menos profesionales sanitarios tienen la oportunidad de presenciar un nacimiento sin intervenciones, y lo consideran un acto médico, en vez de un proceso de la vida con gran significado emocional. Muchos protocolos seguidos en embarazo y parto, cuentan con escasa evidencia que los fundamente, pero son presentados a la mujer y su familia como normas rígidas que se deben cumplir obligatoriamente. Con el sesgo de confirmación habitual, el daño que se causa a la díada madre-bebé por realizar intervenciones innecesarias durante parto y nacimiento, se banaliza. Y las pocas mujeres que se atreven a cuestionar las intervenciones recibidas, son víctimas de burlas y rechazo. 

En España, a pesar de que casi un 40% de las mujeres afirma haber padecido VO en su parto,  la existencia de esta violencia sigue sin ser reconocida por la mayoría de los miembros de la comunidad médica, que incluso niegan su existencia en comunicados públicos emitidos por sus sociedades científicas, o por colegios médicos. Esto puede deberse a que su característica estructural les impide reconocerla, pero también a que la han normalizado desde el inicio de su formación y ya no la perciben, o a que se sienten cuestionados en su pequeña parcela de poder, y son incapaces de realizar la mínima autocrítica sobre sus actuaciones. 

Es interesante recordar que la formación actual del personal sanitario continúa siendo bastante deficitaria en aspectos como el respeto a la autonomía de la mujer, habilidades de comunicación no violenta, gestión emocional o resolución de conflictos. Por supuesto, existen profesionales capaces de identificar casos de VO, pero la mayoría ignoran qué herramientas existen para defender los derechos de las mujeres, desconocen las implicaciones éticas o legales de estos comportamientos observados, o temen las represalias de sus colegas en caso de expresar su disconformidad. Debemos tener en cuenta, además, que la VO no sólo interpela al colectivo médico, sino también al de enfermería, al de las matronas, e incluso al de los técnicos auxiliares en cuidados de enfermería (TCAEs); todos estos grupos profesionales han sido identificados por las mujeres como actores de VO. 

Entre las posibles consecuencias de esta violencia tenemos: mortalidad y enfermedades, causadas por intervenir sistemáticamente un proceso fisiológico; insatisfacción de la mujer con su vivencia, depresión postparto, fracaso de lactancia materna, dificultades de la nueva madre para establecer un vínculo con el bebé recién nacido, repercusión negativa en su disfrute sexual a corto y largo plazo, infertilidad secundaria, deterioro de la relación de confianza con el personal sanitario, e incluso en ciertos casos, trastorno de estrés postraumático.

Como posibles soluciones al problema, visibilizar y denunciar los casos de VO son pasos muy necesarios, pero insuficientes: el daño ya está hecho. Dirigirse a Atención al Paciente y poner una reclamación al profesional implicado, puede ser muy sanador, y facilitar el contexto para un cambio de paradigma. Pero es muy urgente afrontar la prevención: educar y sensibilizar a los sanitarios sobre este grave problema de salud pública, tanto durante su formación, como después en el desempeño de su trabajo. Cambiar actitudes, para que se acepte que todas las mujeres tienen derecho a una atención de calidad que respete su autonomía, y a recibir información comprensible (que no incluya sesgos de opinión, mitos, ni prejuicios por parte del profesional que informa). 

Se deberían realizar encuestas de satisfacción a todas las mujeres tras el parto, así como auditorías internas y externas que analicen la calidad de la atención obstétrica prestada, en base a unos criterios de calidad mínimos; todos estos datos deberían ser públicos y de fácil acceso para la ciudadanía. También debería formarse sobre VO, al personal de gerencia de hospitales y centros de salud, y a los polític@s y técnicos que participan en la elaboración de leyes y programas de atención sobre salud sexual y reproductiva. Parece importante incluir en la sensibilización sobre VO al personal judicial, así como elaborar herramientas y mecanismos específicos que faciliten a la mujer su denuncia  y justa restitución en caso de haberla padecido. Incluso valorar la posibilidad de apartar del servicio activo (temporal o permanentemente) a aquellos profesionales que se muestren incapaces de respetar los derechos humanos de la mujer.

Educar a la población en conjunto también es imprescindible, ya que la VO, como una manifestación más de la desigualdad entre sexos, debe ser abordada en sus raíces estructurales, sociales y culturales. La visión del embarazo y del parto como situaciones de riesgo extremo, en los que la mujer se infantiliza,  pierde toda capacidad de tomar decisiones, y ha de aceptar la autoridad sanitaria sin cuestionarla, ha calado en el imaginario colectivo: ya es hora de empezar a contar otra historia.

Más información:

  • OMS. Prevención y eliminación de la falta de respeto y el abuso durante el parto en centros sanitarios. 2015
  • Simonovic D. A human rights-based approach to mistreatment and violence against women in reproductive health services with a focus on childbirth and obstetric violence. United Nations, 2019.
  • Brigidi S, Polo A, Mena-Tudela D et al. Definición de la Violencia Ginecológica-Obstétrica. Psicosomatica y psiquiatría. 2023; 34-38.
  • Mena-Tudela D, Iglesias-Casás S, González-Chordá VM, Cervera-Gasch A, Andreu-Pejó L, Valero-Chilleron MJ. Obstetric Violence in Spain (Part I): Women’s Perception and Interterritorial Differences. Int J Environ Res an Public Heal. 2020;17(21):7726.
  • Mena-Tudela D, Iglesias-Casás S, González-Chordá VM, Cervera-Gascch Á, Andreu-Pejó L, Valero-Chilleron MJ. Obstetric Violence in Spain (Part II): Interventionism and Medicalization during Birth. Int J Environ Res Public Health. 2021;18(1).
  • Mena-Tudela D, Iglesias-Casás S, González-Chordá VM, Valero-Chilleron MJ, Andreu-Pejó L, Cervera-Gasch Á. Obstetric Violence in Spain ( Part III ): Healthcare Professionals, Times , and Areas. Int J Environ Res Public Health. 2021;18(7):3359.
  • Mena-Tudela D, Roman P, González-Chordá V et al. Women and birth : journal of the Australian College of Midwives. 2023 Mar;36(2):e219-e226. 
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Por Partera Guerrillera y Dra Desirée Mena Tudela

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