Memorias de un joven in-bi-sible

Luis Martín Arroyo

Freddie Mercury. Marilyn Monroe. Gloria Fuertes. Kate Millet. Oscar Wilde. Giorgio Armani. Frida Kahlo. James Dean. Billie Joe Armstrong. Whitney Houston. 

Hay un denominador común en todas las personas nombradas: son bisexuales, pero siempre se ha ignorado, pasado por alto o directamente se les ha negado esa parte de su identidad asumiendo la homosexualidad, lo que me lleva a la siguiente reflexión: 

¿Somos realmente una mayoría silenciosa por voluntad propia o el colectivo bisexual es sistemáticamente marginado incluso por el mismo colectivo LGBT?

No recuerdo un solo día en que no se haya puesto en tela de juicio mi sexualidad desde que salí del armario al cumplir la mayoría de edad. Pese a mi intención inicial de sacar este artículo en junio, ya se ha pasado el Orgullo, pero no ha desaparecido de mi cabeza una pregunta que me persigue sin descanso.

¿Existe realmente un privilegio cuando no te importa el sexo a la hora de enamorarte o sentir deseo?

Ya respondo yo desde mi propia experiencia: No. Siempre hay un “pero” por parte de todo el mundo: “pero seguro que prefieres alguno”, “pero lo dices porque te gusta llamar la atención”, “pero es que eso es avaricia pura”, “mola, pero tienes que elegir un bando, no te pueden gustar ambos”, etc.

Ante tanto pero, yo contesto con otro: “pero ¿por qué no os vais a la mierda un mes? Junio es el del Orgullo, os recomiendo ese”.

Siendo un hombre bisexual, servidor ironiza bastante, ya que mucho decir chascarrillos como “La Biblia dice que Adán y Eva, no Adán o Eva”, pero la verdad es que uno acaba riéndose por no llorar. Si bien la bisexualidad es sistemáticamente pasada por alto o criticada, hay un doble rasero impresionante para cómo se trata la bisexualidad cuando se trata de un hombre o una mujer. 

A las mujeres se las fetichiza porque para nuestro amigo el Patri luce sexy que dos mujeres se coman la boca, y si no se las fetichiza, se asume su heterosexualidad. 

Por otro lado, a los hombres se nos coloca la etiqueta de “maricón”, porque claro, nuestro amigo el Patri nos dicta que no puedes ser un hombre de verdad si te gustan los tíos, no eres aceptado por la heteronorma, eres desterrado y te conviertes en un paria. 

A estas alturas no hay ninguna sorpresa para mí en ver que hasta las orientaciones sexuales son condicionadas por la sociedad falocéntrica en la que vivimos, como si a todo el mundo nos tuviesen que gustar los hombres. Pero no; no nos gustan los hombres. A nadie, en realidad. Nos ponen cachondos, que es otra cosa.

Como paria, acabas por buscar alguien que te entienda, que te haga sentir mejor y seguro, y piensas que, al existir la “B” en LGBT, te van a recibir sin ningún tipo de condición y con los brazos abiertos. Y hay muchas personas que sí, que así lo hacen. 

Pero otras muchas no. Cuán grande fue mi decepción al ver que, igual que cuando me hacían bullying en el instituto, era marginado por el club de los marginados, que me invadían con las mismas putas preguntas capciosas de siempre o emitían juicios de valor sobre mí. 

Al colectivo bisexual le ocurre mucho esto: cuando eres bi, todo el mundo parece tener derecho a opinar sobre tu propia orientación sexual. Todo el mundo menos tú. 

Respecto a esto, tengo varias anécdotas, porque claro, a uno se lo han llegado a comer vivo (no en un sentido sexual) por declararse bi, o se le han dedicado verdaderas perlas. A continuación, enseño cuatro ejemplos reales de frases que he oído varias veces y de las que uno acaba hasta la peineta:

“Los bisexuales me dais mucho morbo” 

¡Pasen y vean, señoras y señores, al ser que te fetichiza por tu sexualidad! ¡Tomen asiento y pónganse cómodos para escuchar un circo de opiniones no pedidas por parte de gentuza babosa!

Esta, si no se lleva el oro, entra fácilmente en el podio de las frases más deshumanizadoras que he oído. Y lo peor de todo es que hay quienes creen halagarte con esto cuando lo que hacen es dejar claro que te ven como un cacho de carne cuya función es darles placer o ponerles a tono. La verdad es que el placer sería mío (y del colectivo bisexual en general, creo yo) si algunos se abstuvieran de espetar esta burrada. 

Esta frase es lo más cercano a cualquier “piropo” callejero que pueda soltar un desconocido por la calle entre silbidos y berrea digna de chimpancés. La clase de gente que dice eso suele acompañar esta perlita con una mirada un poco invasiva

Esta frase hace sentir incómodo, hace sentir violento, hace sentir cosificado, y hace sentir mal, porque esta mierda no se hace. Y no, ser una chica hetero megadeconstruida o ser un hombre gay no te quita lo babas automáticamente. Desconozco si baboso se nace o se hace, pero la socialización patriarcal a la que se nos somete de forma colectiva convierte el salvarse de ser un babas en una tarea bien complicada, si no imposible.

“Yo también era bisexual a tu edad” 

Esta frase que acabáis de leer es, sin duda alguna, la favorita de muchos tíos gays mayores que yo, o de mujeres lesbianas mayores que mis amigas. Como cantaría la canción que se ha hecho viral en redes (y con la que me describió un señor llamado Tony), soy un «bebito fiu fiu», pues cumplo veintidós años en breves, y no me parece normal que en tres o cuatro años que llevo fuera del armario como hombre bisexual he tenido que soportar escuchar esta puñetera frase cada vez que he ido de fiesta a locales de ambiente y he clarificado este dato. 

Aparte de echar para atrás una barbaridad, es una herramienta de silencio al colectivo bisexual más joven. Además demuestra el repugnante paternalismo y condescendencia que, para desgracia de los bisexuales, adolecen a muchas personas homosexuales de cierta edad, y es más común en los hombres. Decepcionante, sí, pero no sorprendente. Como ya he dicho, ser gay no te salva de comportarte como lo haría cualquier machito hetero de esos que son hijos sanos del patriarcado. 

Esta frasecita es harto irritante, ya no solo por el tonito de superioridad moral que se emplea al decirla y el alegato de “ya madurarás” que enmascara, sino por la tremenda falta de respeto que supone hablarle a alguien así,tenga la edad que tenga.

 Querido señoro que “también era bisexual a mi edad”, yo lo único que espero es no ser así de gilipollas a la suya.

“Pero si lo que pasa es que no te importa el género, eres pansexual, no bisexual”

 Esta particularmente me toca bastante las narices. Si bien la anterior era la herramienta de silencio y censura de hombres gays, esta frase es su equivalente, pero empleada por gente del colectivo de mi generación, en parte seguidores del discurso queer. 

La teoría queer consiste en una serie de doctrinas con las cuales no acabo de comulgar, y si bien algunos puntos me resultan verdaderamente desconcertantes, hay otros que despiertan en mí un profundo rechazo. Y este en particular, el tema de crear cientos de etiquetas dentro de lo que es ser bisexual, me cabrea. 

Pansexual, omnisexual, polisexual… Incluso he llegado a oír, y esto es totalmente verídico, a alguien afirmar ser “semibisexual”, y ahí uno ya acaba por pensar “esto tiene que ser una puñetera broma”. Y no se confundan, señoras y señores, porque emperrarse en que la bisexualidad es un “término paraguas”, o en jurar y perjurar que los bisexuales tenemos preferencia por dos géneros o por uno entre dos (si hablo de este tema en este artículo no acabamos hasta 2024), cuando no tenemos por qué tenerla, es bifobia.

Decir que eres pansexual porque ”te enamoras de la persona o de su ser, no de sus genitales” es tremendamente pretencioso, para empezar, además de bifóbico, porque tu inclusión chupiguay de nuevas etiquetas absurdas refuerza la idea de la promiscuidad de los bisexuales, etiqueta con la que llevamos cargando mucho tiempo y de la cual tanto nos está costando librarnos. 

De hecho, existe un documento maravilloso, llamado Manifiesto Bisexual, escrito y publicado en 1990, que describe la bisexualidad en sí misma como eso que tú llamas “pansexualidad”. 

Y por si esto fuera poco, ya no hablemos de la profunda carga transfóbica que contiene este mensaje y de la que tanto se queja la gente que habla de la bisexualidad como un “término paraguas”, o una de las múltiples “plurisexualidades” que existen.

Estas «plurisexualidades» realizan una distinción entre personas trans y personas que no son trans, cuando se supone que “no hay distinciones por los genitales de una persona a la hora de enamorarse”, negando así, de nuevo, la posibilidad que sí tenemos los bisexuales de sentirnos atraídos por personas trans, porque (aquí los más acérrimos acólitos de la teoría queer se van a quedar helados) siguen trayéndonosla al pairo los genitales. Cariños, las orientaciones sexuales son eso, sexuales, no de género.

Lo único que me consuela es que esta tontería de la pansexualidad no es realmente una posición con tanto impacto social, por lo menos en España. 

Y un pequeño recordatorio para quien use esto: Tienes una bifobia interiorizada que echa para atrás y vives para reforzar estereotipos negativos, eres el arma perfecta de la heteronorma para hundirnos más en una situación de discriminación.

“Yo es que soy heterocurioso/a”

No, hijo mío, no. Lo que eres es bifóbico y un cobarde. Si tienes algún tipo de duda sobre tu propia sexualidad, mejor prívate de decir esto. Invisibiliza no solo a los bisexuales, también a los gais y las lesbianas, y diciendo eso reduces a una persona a la condición de un juguete sexual para tu entretenimiento. Si lo que quieres es eso, más te valdría un consolador.

No, hijo mío, no tienes un “bromance” (bro+romance). Con esto se define el “amor heterosexual entre hombres” (tócate los cojones) sin intención sexual o romántica. Vamos, lo que viene siendo una amistad de toda la vida.

Y no, hijo mío, lo que practicas no es “bud sex”. Este término mencionado lo utilizan algunos hombres (hetero) que tienen sexo con hombres, pero sin mantener contacto visual ni besarse, no vayan a ser maricas. Eso es sentir atracción por tu mismo sexo y ser, al menos, bisexual, y no es malo.

Mencionando esta frase me gustaría arengar a cualquier persona que se defina como “heterocuriosa” no a salir del armario, sino a romperlo, que la vida es tan corta como vuestro entendimiento y el amor es algo demasiado grande como para mantenerlo encerrado en uno.

En conclusión, he de aclarar que hablo desde mi experiencia y no pretendo hablar por nadie, ya que igual no todos los bisexuales que me leáis habéis pasado por esto, pero sí creo haber encontrado la respuesta a mi pregunta inicial, y es que la bisexualidad es atemporal e invariablemente un concepto mal visto, tierra de nadie en un mundo de dicotomías y un producto invisible en un mercado de etiquetas.

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